martes, 25 de marzo de 2008

The Bolivarian Empire

Ana Black




La planilla de inscripción del Instituto Universitario de Estudios Superiores de Artes Plásticas Armando Reverón (¡Uf!) trajo como modalidad este semestre unas casillas en las que los alumnos deben aclarar si son: Afrodescendientes (todopegado), indígenas, inmigrantes, discapacitados u otros. ¡Y se armó lo que antes -cuando este país no intentaba con tanto afán parecerse al Imperio- se llamaba ¡la propia sampablera! El pobre encargado de atender las inscripciones estaba a punto de enloquecer cuando empezaron esos muchachos a preguntar: “Si yo soy hija de negro y española ¿soy afrodescendiente o inmigrante?”. “Si yo soy hijo de mulata (semi afrodescendienta) y chino ¿qué soy? ¿semi afroasiáticodescendiente?”. “Si mi mamá es goajira y yo también pero tengo los ojos verdes porque mi abuelo paterno era alemán ¿soy caucásica nativa o indígena chimba?”. “Si mi mamá es blanca y mi papá también pero nacidos en esta tierra desde la época de la infame conquista ¿soy eurodescendiente, venezolana, bolivariana o kimosabi?”. “Si mi mamá es como marroncita pero pecosa y mi papá no se sabe porque tiene la piel canela, las piernas cambetas, el pelo malo, los ojos achinados y todo lo que conlleva la parafernalia étnica ¿qué soy? ¿un tutti frutti racial?”. “Si toda mi familia es pemona menos mi abuelo paterno que era portugués, dónde me anoto ¿en ‘otros’?”. “Si en mi familia todos tenemos la misma sonrisa pero yo soy marrón clara, mi hermana mayor catira, mi hermano bachaco y mi hermanita como china ¿son mis hermanos?”. “Si yo soy afrodescendiente, o sea, hijo de negro y negra, ¿me van a dar unas clases diferentes?”.

Ahora, díganme, por favor a mi, Ana Black: ¿Qué sentido tiene esa encuesta? ¿Cuándo en la vida a los venezolanos se nos ha preguntado de qué color somos? ¿Alguien ha visto algo más segregacionista que eso? ¿De cuándo acá los nacidos en Barlovento, por generaciones de generaciones, pasaron a ser africanos? Qué vienen siendo entonces los andinos ¿colonodescendientes? ¿Primerimperiodescendientes? ¿Cuál es el color oficial del venezolano bolivariano? ¿Quién lo determina? ¡Cómo lo van a establecer! ¿Nos van a repartir una carta cromática? ¿Van a hacer una escala de colores?

¿Yo estoy perdiendo las proporciones o este es un gesto discriminador que nos pretende aplicar la sucursal más fiel del imperio norteamericano? Insistiré en la pregunta porque… es que no entiendo: ¿Hay algo más racista y –por qué no decirlo- ¡balurdo! que preguntarle a la gente de qué color es?

¡Fo!
¡Huele a azufre!

Querido Victor:

Ana Black


Recibí tu carta tan cariñosa pero te digo desde ya que no puedo aceptar tu invitación.

Verás: ya venía haciendo malabarismos laborales para poder pagar los gastos de la casa que se han multiplicado, ya sabes, desde que la Electricidad es del gobierno están cobrando cada vez más por un servicio especial de apagones; CANTV manda unas cuentas desorbitadas que debemos pagar –a juro- mes tras mes tras mes para poder hacer el reclamo. Entre el tiempo que invertimos (pero no facturamos) en conseguir leche, aceite, arroz, café, y el que gastamos en llegar a cualquier parte (que lo quisiéramos facturar pero no hay presupuesto que aguante eso) o en ir a pagar la luz porque la modalidad bolivariana es no mandar recibo sino ir directo al corte. Después están todos los que quieren que escribas para ellos pero gratis, gracias a un distorsionado concepto nacional que determina que creativo no cobra. Lo peor es que (ni siquiera por aquello de las relaciones corporativas) nos brindan una suscripción, entonces cada semana debo comprar esas publicaciones para complacer la necesidad de mi homónimo e insaciable ego de ver su nombre impreso. Has visto ¿no? ¡puro gastar, puro gastar! Tiempo y dinero pero ¡puro gastar!

No te cuento cómo se nos ha puesto la cosa con el aumento de los intereses. ¡J-ay, mmmiiiamor! es como si todo el mundo hubiera decidido que el financiamiento de sus créditos corre por cuenta del otro resto del mundo porque parece que el país entero (menos yo) usa tarjetas de crédito. De repente todo aumentó de precio ¡todo! Así es que para pagar el financiamiento de los créditos exógenos a mis disminuidas cuentas endógenas tuve que aceptar un trabajo extra-extra tan intenso que apenas duermo 4 horas y cuarto de las pinches 24 que trae cada día. Estoy resolviendo tantas cosas a la vez que por momentos temo convertirme en una especie de escribidor de la tía Julia pero en versión gráfica y ponerle a la candidata el slogan del evento deportivo o al manual corporativo las fotos del desfile o mandarle al banco la imagen del piano bar.

Imagínate que la semana pasada me vi tan ajada, maltratada, agotada, desgastada, quebrantada, ¡tan parecida a Venezuela! que decidí no mirarme más al espejo. Lo dejaremos para cuando logre cambiar el aspecto, por ahora… pura pérdida.

El gallo Claudio*

Ana Black


Quienes lo conocemos desde hace mucho tiempo –y a pesar de todo lo queremos- podemos dar fe de que así como es en público, así es en la vida privada: un hombre, además de confiable y gran bromista (valga la incongruencia), con maneras muy particulares de manifestar sus afectos (y esto me lo repito como un mantra, ya verán por qué). Una de ellas es nombrar a sus mascotas como sus amigos, así hemos conocido perros llamados Emilio, Laureano, Zapata, Virulo. Cuando estaba en esa etapa me advirtió que me preparara porque ya le habían ofrecido una pastora alemana. Por fortuna la perra nunca apareció. Después fui notificada de la inminente llegada de una gata a la que ya toda la familia llamaba con gran cariño, Anablack, No sé si es que no se la regalaron o, astuta, logró escapar de tanto malandro canino, la cosa es que más nunca oí hablar de mi homónima felina.

La última adquisición para la casa fue un gallinero –ni muy vertical, ni muy horizontal, más bien cuadrado- para alojar al flamante gallo que, por supuesto, lleva su nombre y el de este artículo, qué curioso. La verdad es que no sé qué vino primero si el gallinero, el gallo o las dos gallinas pero sí doy fe de que cuando estas dos llegaron una de ellas fue bautizada –y este es el detalle que me tranquiliza- en honor a la esposa (a su esposa suya de él, el dueño del gallo, el gallinero y el cuento), o sea Jeanneth; a la otra le pusieron mi nombre y es entonces cuando repito el mantra.

Parece que mi tocaya tiene asombrados a todos allá pues resultó ser prolífica o, para decirlo en lenguaje técnico, gran ponedora. ¡Ha llegado a poner 3 huevos en un día! Debe ser verdad, no creo que alguien se vaya a inventar algo así para halagar. Lo único que tiene al gallo un poco descontento es que no termina de ponerse clueca…

El domingo estábamos disfrutando de un exquisito desayuno en casa de nuestro querido Alejandro Vivas, quien, por cierto, lucía un delantal temático adornado con un hermoso huevo y que usó para engatusarme y ponerme a picar todos los ingredientes del pisillo. Viendo el afán con el que trabajaba, Claudio llamó a su hijita y le preguntó: “¿Qué te parece si sacamos a tu mamá de la casa y nos llevamos a Ana Black?”

La espantada criaturita salió corriendo a contarle a su mamá –mi camarada gallina- las perversas intenciones del padre: “¡Mamá, Papá te quiere sacar de la casa para meter a una gallina!”

*De la serie: País monotemático. Hablemos de otra cosa.

Sin nombre por ahora (Sinopsis)

Ana Black



Antes de iniciar la sinopsis de esta película que el director Oliver Stone rodará en la República Bol… de Venezuela, ofrecemos disculpas por no presentar un título definitivo, el intempestivo ofrecimiento del gobierno de la ya mencionada república a nuestro equipo para filmar esta mega producción, la complejidad del tema y, por qué negarlo, el zaperoco en que ha devenido esta historia, nos hace –casi– imposible escoger un nombre apropiado. A continuación, e inspirada en títulos de grandes películas de la historia (así estamos de mal), una lista de los títulos que más votación han tenido.
Seizure sure. Seizure fue la primera película de Oliver Stone en la que narraba las maluquerías de un trío diabólico integrado por un encapuchado, una dama fatal y un enano. Seizure significa: 1. Ataque de aploplegía o yeyo; 2. Toma del poder; 3. Incautación, confiscación. Mejor, imposible. Esta película también se conoció con el nombre de La dama del mal. Por simple asociación de ideas alguien propuso:

La Casablanca
…Él deberá escoger entre su amada Ilsa y hacer lo correcto, o sea continuar su lucha contra, en este caso, el Imperio fascista.

El pequeño dictador
Pero, qué va, nada que ver con esta historia.

El gabinete del Dr. Comandante Caligari
Es otro título que hemos manejado dada la cantidad de zombies y correveidiles como de ultratumba que aparecen en este film.
Candilejas en la selva. Gran favorito. Sobran las explicaciones.

La gran ilusión (o nada por aquí, nada por allá)
Porque recuerda las relaciones que en aquella peli entablan unos rehenes de la II Guerra Mundial con sus captores y con otros prisioneros de diferente condición y nacionalidad.

El increíble hombre menguante (II)
Como en aquel film donde, al quedar expuesto a una extraña niebla fosforescente, el personaje va menguando y viendo el mundo desde nuevas perspectivas...

La luz eléctrica que agoniza
Puede convertirse en otro batacazo del thriller psicológico, aunque nos cuentan los locales de la zona oriental de esta república que para ellos ya es un clásico.
Rebelde sin causa aparente. Como el protagonista de esta nueva película de Stone es un chico confuso y desorientado, que se ve frecuentemente envuelto en peleas y conflictos hasta que no tarda en sostener su enésimo enfrentamiento, aunque, en esta ocasión, las consecuencias serán mucho más terribles...

Por falta de espacio quedamos debiéndoles la sinopsis.

Un tímido toque a la puerta


Ana Black












“Cada iglesia piensa que tiene la llave”,
dice Chagall,
“cuando yo pienso que la puerta se abre sola”.





Mi hija Victoria tenía apenas 5 días de nacida cuando murió Chagall. Creo que es la única noticia de muerte que me ha hecho sonreír. Mientras mecía a mi bebé y le daba golpecitos en la espalda reverencié al pintor que –al menos a mí- nunca me mostró razones para pensar en la tristeza, y eso es de reconocer. Le agradecí el haber escogido un momento tan propicio para morir y me alegré al pensar que su espíritu pudiera estar escenificando su mejor pintura al poder volar ¡por fin! sobre los tejados de Saint-Paul-de-Vence.

Chagall no fue la primera persona hebrea contemporánea de quien yo tuve noticia. Ya mucho antes Anna Frank había hecho mella en mi ánimo, fue ella quien logró que me cayera una de las más importantes lochas de mi vida, por ella pronuncié ese “¡Tsch! ¡Aaah…! ¡Ya-aaa…!” que, acompañado de un sutil movimiento de cabeza, nos decimos en la más estricta intimidad de nuestros pensamientos al tener una revelación que resulta, además de abrumadora, obvia. Por ella descubrí que los judíos no eran seres meramente bíblicos. Con toda humildad suplico que me entiendan: mientras fui niña mis referencias del mundo hebreo eran… eso, evangélicas, estaban basadas en pasionales reseñas que hacían los curas desde el púlpito y condimentadas por la elemental subjetividad de un catecismo enseñado, tanto por las monjas españolas como por las venerables superproducciones de Hollywood. Así es que, cuando a los catorce años me topé con Anna Frank y vi sus fotos y tuve referencias reales y constaté que me contaba una historia cruel y dura pero real, supe que había sido una adolescente como yo, que había vivido en el mismo siglo en el cual también yo había nacido. Cuando leí el Diario, el gran desvelamiento fue que los judíos eran de verdad. Por ella supe que habían logrado trascender la Biblia y llegar a nuestros tiempos, entonces fue cuando me dije moviendo la cabeza de arriba a abajo: “¡Tsch! ¡Aaah! ¡Ya-aaa…!”.

Esa revelación tan ingenua fue la primera de varias, por fortuna no tan desproporcionadas. Otro fue Larry Harlow. Durante mucho tiempo disfruté de su música y muchas veces escuché que lo anunciaban como “El Judío Maravilloso” antes de que empezara sus grandes solos al piano. Por años pensé que el alias era otra picardía de los salseros, alguna referencia anecdótica de los músicos de la Fania hasta supe que este hombre, una de las más grandes estrellas de la salsa brava, era, en efecto, hijo de hebreos, que no se llama Larry Harlow sino Lawrence Ira Khan y que, como contó en una entrevista: “años después me hice santero a causa de la música y el baile. ¡So-óoo!”. Pues bien, ahora resulta que, además de no ser bíblicos, tampoco son circunspectos y les gusta la salsa. De ñapa, cuando intenté –llena de respeto- referirme al “Hebreo Maravilloso” pude finalmente deslastrar de toda carga despectiva al adjetivo que intentaba sustituir.

A Chagall lo descubrí de a poquitos. Tuvo el buen tino de revelarme algo cada vez que lo encontraba: la tierna y alegre levedad de sus imágenes, los colores, las historias del pueblo hebreo y sus fiestas; viendo su obra logré romper la relación que había construido entre el pueblo hebreo y la tragedia. Chagall me enseñó que aunque han sufrido, también han amado y han sido felices. Y se lo agradecí porque, de inmediato, dejaron de ser lejanos y atormentados para ser cercanos y amables.

Pero, cuando supe que el Cristo más hermoso que había visto en toda mi vida lo había hecho un judío para una catedral cristiana, comprendí por fin que, como él mismo lo dijo, el problema no está en la llave. Que no son los grandes prejuicios los que nos alejan, son los pequeños malentendidos los que nos mantienen distanciados.


anablackll@gmail.com

De primerita

Ana Black
01/12/06


Yo, a pesar de tener un gran sentido del ridículo, soy –gran paradoja- capaz de hacerlo con una naturalidad asombrosa. Soy una cursi involuntaria. Debo tener en mi genoma humano un par de genecitos cursis, que ocasionalmente se alborotan... como hoy, cuando llegué al banco y no había nadie y me quedé en la puerta pensando que no habían abierto, pero alguien se asomó y muy amable me hizo señas para que pasara.

–¿Sí? ¿Yo?- pregunté, todavía incrédula, y ella, vía seña, que sí, que pasara. Empujé la puerta. Di un paso. Di otro y me detuve. ¡No lo po-día cre-e-er! ¡El banco Mercantil para mi solita! Nadie por delante, nadie por detrás. Y entonces mis genecitos cursis me obligaron a decir en alta e inteligible voz: “¿Y nadie me va a tomar una foto?”. Por supuesto, ninguno de los seis cajeros respondió -a viva voz, al menos, porque con la mirada me lo dijeron todo- sólo reaccionaron cuando pregunté si debía tomar un numerito. A un tiempo asintieron todos. Yo, consecuente como soy hasta cuando hago el ridículo, todavía tuve la entereza de pararme -¡yo solita! ¡nadie por delante, nadie por detrás!- en la mitad del banco y esperar, tiquecito en mano a que me llamaran.

Esta semana mi genes estuvieron bastante activos. El sábado pasado se manifestaron cuando estaba encaramada en la azotea del edificio de mi hermana Belén viendo aquello que mi papá llamaba: una gentará; contemplando aquella concentración de la que acababa de salir con toda dificultad por lo compacta e inamovible. Allí estaba yo, rodeada de amigos, cuando sonó el himno nacional y supe, por los síntomas, que lo que venía era el ridículo mayor. Primero se me arrugó el corazoncito, después se me aguaron los ojos y por último arranqué a llorar desconsolada, tanto que la conserje se sintió obligada a abrazarme mientras me decía: “Ya, mamita, ya no llores más. Tranquilízate que todo va a salir bien”.

Benditas palabras las de Guillermina. Yo, mujer poco dada a la oración, contagiada de esa fe tan absoluta, respondí a su abrazo y –todavía llorando- recé con ella: “Amén”.

Querido Niño Jesús

Ana Black


Ya sé que es un poco tarde para mandar cartas pero es que tú no sabes, mijito, en lo que se nos ha convertido la vida a los caraqueños, sólo ahora, cuando todos ¡benditos sean! se fueron a Margarita a perpetuar allá el mismo tráfico que padecen aquí durante todo el año, es cuando he encontrado la tranquilidad para sentarme y escribir. Lo que te voy a pedir parece mucho pero, cuando le metas cerebro verás que son apenas boberías que, con tus poderes o los de tu papá, no tengo duda quedarán resueltos en menos de lo que pestañea un ministro loco.

1. Una carterita Lui Buiton (con B de bolivariana-endógena que te va a salir más barata que la importada). Esa es para mi mamá que se muere por tener una.

2. No te voy a pedir una Hummer, tranquilo, la verdad es que no sabría qué hacer en esta ciudad encaramada en una caja de zapatos con ruedas de cuatro metros y medio de largo; tampoco pediré un Audi pero si logras convertir mi carro en lo que era hace diez años, me doy por servida, y si de ñapa me regalas el seguro contra todo riesgo, o sea, robo, ¡niño! te hago una piñata el año que viene. Eso o una chambita en un ministerio para poder comprarme el BM que en realidad quiero.

3. Una casita como las que le están construyendo a los cubanos con techo anti rayos infra rojos, en especial eso.

4. Un detector de productos en los mercados. Como una especie de máquina que me ayude a saber dónde están vendiendo qué y cuándo; ahora, si tú me puedes dar ese poder y obviamos el aparatito, mejor).

5. Una foto del contralor Clodosbaldo Russian para ver si lo puedo identificar ahora que fue rati-ficado.

6. Un amplificador de entendimiento, o sea, un dispositivo de fácil instalación que le de luces a todos aquellos que no terminan comprender que desde los tiempos de Amalivaca los pobladores de estos predios hemos sido bonchones, generosos, hospitalarios y pa-cí-fi-cos. Si el aparatito puede incluir un diccionario de sinónimos, sobre todo para lo de hospitalarios y pa-cí-fi-cos sería genial. En este rubro, y si no es mucho pedir, ve a ver si le puedes traer un “reconciliador” a los que sienten que están peleados y, clarostá, para los que insisten en ponernos a pelear.

7. Si me puedes conseguir una mega cizalla para cortar cadenas sería espléndido.

8. Lo último, chamo, y esto es para todos: Paz, mucha Paz.

Gracias, besitos y saludos a todos por allá.

Pues...

Ana Black

“Pues, bienvenidos a otra edición de La Noticia Rapidita que pues, se transmite desde esta hora y, pues hasta la una. Entrando en materia pues, en lo referido al tema que ocupa pues la atención de la opinión pública del país como es el de las apariciones pues, les contamos que la ciudad amaneció pues, sorprendida de nuevo ante una invasión de fantasmas esqueléticos que pues, volaban sobre calabazas. En relación a esto pues, el director del CICPC dijo a nuestros reporteros que se trata pues de otra estrategia terrorista de la oposición y que pues...”

Así habla ante cámaras y micrófonos la nueva generación de narradores de noticias de nuestros medios de comunicación. No sé de dónde habrán sacado que esa muletilla es elegante, ingeniosa o creativa; quién sabe, a lo mejor piensan que eso le da un toque coloquial a sus intervenciones y los acerca al público. Puede ser también que yo no esté actualizada y el puesismo forme parte de una nueva estrategia comunicacional aprendida en las universidades (así como el “háblenos un poco de...” o “el tiempo se nos viene encima”). Lo cierto es que, llegado el quincuagésimo octavo “pues” cuando todavía van por la mitad de la primera noticia, al menos a mi, no me queda otro recurso que cambiar de emisora o apagar el televisor para brindarle a mi cerebro la oportunidad de procesar la información una vez desprovista de muletillas y frases hechas. Y siempre termino haciéndome la misma pregunta: ¿No habrá en esa empresa alguien que siente a los muchachitos y los instruya, los oriente, los saque del error y de ñapa nos brinde a los oyentes un poco de paz? ¿No debería existir una figura que los tomara de la mano (o de la lengua) y les dijera, todo amor, todo espíritu didáctico: “mija (o), eso no se dice”? ¿Es que no hay nadie que les diga que el cantadito insoportable de los reporteros de CNN es, además de insoportable, producto de su condición de personas bilingües y que a los criollos les queda en extremo ridículo? ¿Hay alguien allí?

Porque, y ya que estamos en esto, no es sólo el abuso de la conjunción, son las barbaridades que sueltan entre pues y pues. Un día, cuando ya mi asombro comenzó a dar muestras de extremo agotamiento, decidí anotar cada frase que me hiciera estremecer. A continuación...
Aunque no lo crean uno de ellos dijo que “no habían hecho caso omiso”. Otro nos contó que “aperturaron de nuevo el teleférico...”. Un día, una reportera percibía “un fuertísimo olor a...”, y otra se preguntaba que “hasta cuándo se puede estar tolerante”. Otro nos vendía las maravillas de la “Atención personificada” y todos quieren que entendamos que “la llamada cuesta 500 bolívares masiva”. Hace pocos días una chica nos hablaba de “unos infórmenes” (supongo que lleva acento en la o) que alguien había presentado. En una oportunidad sufrimos con un reportero que no encontraba la manera de “accesibilizar a...”, y con otro que, tras horas de espera nos explicaba que “eso me impide no moverme de aquí”. Lo acompañamos en su angustia y en la de quien, en el mismo estado de confusión, no sabía “cómo evitar que estas cosas no se repitan”. Un narrador deportivo hablaba de un corredor de Fórmula 1 que no había “volvido” a aparecer. De lujo estuvo aquella que nos explicaba algo sobre el “modus viviendi” y el otro que se refería al “modus operandin” y ni les cuento del de la “subsidiariedad”. Para qué hablar de quien describía cómo se habían dado los hechos en el “fraguor de la batalla”. Un saludo cordial a todos aquellos que todavía piensan que se puede permisar, accesar, controlabilizar, imputarizar y pensar deque.

Y, parafraseando a un narrador de noticias, pues... me despido hasta mañana donde estaremos de nuevo con...

El poder de la palabra en lo doméstico*

Ana Black

En el ámbito doméstico nada se estudia, todo se hace de manera empírica y a los tortazos. Desde la lactancia materna hasta el acto de cocinar se llevan a cabo según el berrinche que esté formando el nene a la hora de alimentarse o dependiendo de los ingredientes que para el momento existan en la despensa. Es decir, una vez madre, la mujer comprueba que el famoso doctor Spock es un fraude y que el recetario hindú puede ser de lo más exquisito pero, si se nos olvidó comprar curry… ¿Me explico? en el ambiente doméstico no hay librito, ni teoría, ni estudios que valgan, allí sólo impera la ley del instinto, del buen juicio, del más astuto y de quien tenga la última palabra.

En el mundo hogareño el poder no lo tiene la palabra; en una casa decente el verdadero control lo ejerce la entonación que se le da a cada vocablo. Una madre puede decirle con toda dulzura a su hijito de dos años cuando lo pilla haciendo una torre de cojines para alcanzar el pote de las chucherías: “Cielito, si no te has bajado de allí para cuando cuente tres te voy a arrancar las piernas” y –anótenlo– el muchachito no se dará por enterado. Otra cosa es que se le diga con severidad: “Palabra: sonido o conjunto de sonidos que designan una cosa o idea”. Júrenlo, la criatura se va a bajar. No importa lo que se diga lo importante es cómo se dice.

Lo mismo sucede en la cocina. ¡Cuántos sinónimos existen para designar un poquito de cualquier ingrediente! Desde la universal y académica pizca hasta la ñinga, pasando por minga, puñito, poquito y, el ya tradicional pelo. Esa terminología sólo es funcional cuando se está dictando una receta. Cuando de cocinar se trata, otra vez, lo importante viene dado por el tono. No es igual pedir: “por favor échale sal al sancocho” que solicitar en chiquitico: “¡Ay! Porfa, ponle sal al periquito del bebé”. Ante eso, nadie, con dos dedos de frente, le va a echar un puñado de sal al huevito.

Mamá. Un solo vocablo, una sola palabra y cuántos significados tiene, cuántas respuestas genera, cuántos sentimientos despierta según el cantadito que nuestros sagaces hijos le otorguen.

Ninguna madre se queda indiferente si oye a su hijo aullar: ¡¡¡MAMAAA!!! Eso significa peligro extremo. No importa si para las piezas de porcelana de la sala o para el mismísimo cráneo de la criatura. Ante ese grito hay que salir corriendo a averiguar.

Otra cosa es escuchar un dulce Mamá-a, peor aún, má-aaa. En ese caso se responde por puro espíritu docente, porque hay que enseñarle a los hijos que es de buena educación contestar cuando a uno lo llaman. Es sabido que detrás de ese tonito lo que viene es una solicitud descabellada; entiéndase: tomarse un vaso de chicha justo antes del almuerzo o pedir dinero para comprar el juguete más caro del mundo.

No hablemos de Mamá, así, a secas, pero acompañado de un abrazo en extremo afectuoso. Eso, aquí y en Turquía tiene una sola lectura: raspazón en matemática.
Así pues, y con este par de pobres ejemplos, podemos concluir que: las palabras domésticas y sus significados son autónomos, dependen del momento y de la voluntad de quien las pronuncia; toda palabra articulada en el hogar adquiere su propio significado según sea susurrada, gritada, vociferada o simplemente dicha.

El ámbito doméstico, al menos en su versión oral, no es susceptible al análisis lógico. De serlo, cualquier estudio que de él derive debe ser grabado en un buen equipo de sonido para que se entienda.


*Intervención en el ciclo de foros “El poder de la palabra en el mundo”. Escuela de Idiomas Modernos de la UCV. No me acuerdo cuál mes de 2003.

Poligínicas, sincrónicas y poliándricas-diacrónicas

Ana Black

Pedro, querido amigo, dirás que en mala hora te ofrciste a ayudarme en el estudio de este documento. Supongo que cada vez que bajas tu correo y te topas con mi nombre debes pensar, tan fino siempre, que soy una lata. Pero es que Pedro –e insisto en lo de querido amigo– hay detalles que no me cuadran, como el asunto de las redes familiares poligínicas, sincrónicas y poliándricas-diacrónicas a las que se refiere este Proyecto de Ley de Protección a la familia, la maternidad y la paternidad.

Ya supe, gracias a ti, que poliginia es un régimen familiar en el que el hombre tiene varias esposas al mismo tiempo y que poliandria es el estado de la mujer casada simultáneamente con dos o más hombres (¡Dios me guarde el lugar!). Ahora, lo de sincrónicas y diacrónicas, no sé, no le jallo entendimiento. Mi diccionario sólo habla de diacronía, término que describe como: “desarrollo de hechos a través del tiempo” y de sincrónico dice que “sucede al mismo tiempo”. No me extraña que esta terminología loca termine siendo, según quienes suscriben la exposición de motivos, la culpable de todos los males que padecemos (miseria, desocupación, subocupación, analfabetismo, promiscuidad, altas tasas de mortalidad infantil, inseguridad social, maternidad precoz, subestimación de la ancianidad, inutilización del tiempo libre, elevada tasa anual de divorcios, mendicidad infantil, etc.). Una sociedad que se genera en las redes familiares poligínicas, sincrónicas y poliándricas-diacrónicas no puede más que estar pelando bola.

Al puerperio, que ya en su versión original es una palabra tan malsonante como el mismo periódo post parto al que alude, lo llaman, nada más y nada menos que pauperio. Depauperante degeneración.

Hablan con insistencia de “personas humanas”; dime, querido Pedro, ¿es que hay personas animales, vegetales o minerales y yo no me había enterado?

No sé, pero me da la impresión de que este proyecto de ley introduce revolucionarios conceptos que –llevados al lenguaje coloquial– sonarían como: matrimonios chucutos, concubinatos a medias, uniones alternas y divorcios bajo cuerda. Todo, eso sí, para proteger a la familia.

El proyecto me lo he leído no sé cuántas veces, sobre todo la exposición de motivos que, entre otras grandes sorpresas obsequia esta maravilla: “El artículo 75 Ejusdem consagra el postulado mediante el cual ‘el Estado protegerá a las familias como asociación natural de la sociedad (sic) y como el espacio fundamental para el desarrollo integral de las personas’. (…) Es decir, el constituyente abandona la concepción cristiano occidental de la familia, entendida esta como única, universal y matrimonial para aceptar la pluralidad de esta institución natural, cuya oscura verdad no es otra, que el diseñar este nuevo concepto sobre la base del derecho a copular; vale decir, a la satisfacción de las necesidades sexuales en primer lugar y de las espirituales en segundo lugar entre un hombre y una mujer. (Opinión del Dr. D'Jesús ).”

¡Pedro¡ ¿Entendí mal o eso significa que lo que veníamos haciendo hasta ahora, ya sabes… aquello… era ilegal e inconstitucional o, simplemente, que a partir del momento en que esta ley sea promulgada nos vamos a dejar de cómicas y, en lugar de estar buscando pareja para –y que– encontrar la estabilidad emocional y constituir una familia, lo haremos, abierta y descaradamente para hacer cositas de manera poligínica, sincrónica y poliándrica-diacrónica…en primer lugar?

Pedro… ¿estás ahí?

Producción nacional

Ana Black
29/09/06


Soy radio dependiente. Mi relación con este medio de comnccción es tal que me preocupa mucho más que al carro le falle el radio que el motor.

Hace unos días quedé atascada en una cola a las cuatro de la tarde (la verdad es que la única diferencia con otros momentos del día es que eran las cuatro de la tarde porque decir que se vive en Caracas y que se estaba atascada en una cola es una de las redundancias más elementales escuchadas jamás), entonces iba yo haciendo lo que en criollo se llama sápin mientras calculaba cómo era que iba a hacer el aprouchin al cliente para cuadrar el taimin de mi descalabrada agenda por culpa de la fóquin cola en la que estaba metida cuando una aguda voz me taladró -junto al tímpano- todo lo que encontró en su camino para llegar al cerebro.

Una voz femenina, joven, muy joven que, con ese acento que se han inventado las últimas generaciones locutores y narradores de noticias que es como si le hubieran sacado cría al espantoso acento de “Kerelina Ca-sssha-zzz-o, Cé, En, En...” con el de Jesee Chacón y, como si fuera poco, la pequeña voz les hubiera salido además chillona, dijo algo tan novedoso como:
–Jiii... bien amigos, estamos de vuelta con ustedes después desta breve pausa para continuar con nuestro programa, el único programa que informa y entretiene a esa gran población de chamos de todo el país. Y ya vamos a dar los resultados de la última pregunta...

La interrumpe su par masculino, no tan agudo pero igual de gritón para decirle que no, que primero vamos a escuchar a (un sano mecanismo de defensa bloqueó esta parte de la información en mi cerebro), “quien, cumpliendo con la ley y de conformidad con ella son una producción nacional. Género: Reguetón. Nombre de la pieza: “Vives en mi” (o algo así y aprovecho para decirles que lo que están por leer no es producto de mi ferviente imaginación sino de la imaginación del autor de la canción).

MÚSICA – ¡Kn, kn, cn-cn-kchn! ¡¡¡Mmmaaammmiii...!!! Ven pa que te de lo tuyo ¡Kn, kn, cn-cn-kchn !¡¡¡Mmmaaammmiii...!!! Tu te juites de mi lado y me dejates golpiado y todo abandonado sufriendo en la noche sufriendo en el día recordando todo lo que te hacía y por donde te la... ¡Kn, kn, cn-cn-kchn! ¡¡¡Mmmaaammmiii...!!! ¡Kn, kn, cn-cn-kchn!...

LOCUTORA –¡Eso fue producción nacional, cumpliendo con el uno por uno y con el horario infantil. Y... ahora sí, los resultados a nuestra última pregunta: “¿Qué es la clorofila?”. Bueno, o sea, recibimos cientos de llamadas con las respuestas y el premio se lo lleva Manuel con su respuesta correcta: “Es lo que llevan las plantas por dentro…” ¡Felicidaaadeees Manuel! Y sigue así porque, recuerden amiguitos y panas que nos escuchan, ustedes son el futuro de este hermoso país.

Y así continuó el programa, intercalando preguntas al estilo de “qué estudia la ecología” y sus respuestas “la ecología estudia las plantas”; con música, producción nacional y su encantadora lírica: “En este sánduche de salchicha se vale todo”. “Mmmammmi, esta noche hazme travesuras como los camellos”. “Y no vuelvas poque te voy a pegá, te voy a maltratá”. “Si por la noche te hago enloquecé...”. “¿Dónde están todas las mujeres sinvergüenzas?” (Y aquí le meto la auto censura porque... es que escrito suena d-mmm-sssiao feo, chamo).

Me atrevería a jurar que, de conformidad con la ley, en la presentación aclaraban que era un programa con lenguaje de salud tipo A, de sexo tipo A, de violencia tipo A...

No se retiren, que vamos a escuchar unos interesantes comerciales para después seguir jugando rojo con el futuro de la patria. ¡Kn, kn, cn-cn-kchn !

Querida Marelvis,

Ana Black


A ver, cómo te digo. Cómo puedo empezar esta carta, ni seguirla ni terminarla, sin evitar que te de un yeyo o, al menos lograr que el soponcio -que sin duda te va a atacar- sea lo más leve posible.

Marelvis, creo que, como siempre que se trata de dar malas noticias, lo más sano es que te lo diga así de sopetón.

Chama, olvídate de salir de donde estás. Arranca para siempre de las páginas de tu agenda de vida -esa donde has anotado tus ambiciones, esperanzas y cualquier anhelo que implique mejorar tus condiciones- toda idea que suene a salir de abajo. Olvídate querida amiga, porque a partir de la semana pasada y por decreto presidencial ¡ser rico es chimbo!
Para facilitarte el trabajo te adelanto una lista de las cosas a las que no debes aspirar de ahora en adelante so pena de ser condenada por el proceso. Anota:

• Alimentar a tus hijos según las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud.
• Dormir hasta tarde los domingos.
• Salir del barrio.
• Comprarte una casita con jardín y agua que llegue por tuberías para poder regarlo.
• Curarte en un hospital donde haya de todo.
• Llevar a tus hijos a Disney.
• Tener carro.
• Pasarte unas vacaciones en el mejor hotel de Margarita.
• Conocer Madrid.
• Comprarle una computadora a los chamos.
• Ir al cine cuando te dé la gana.
• Navegar en Internet.
• Ir a Colombia.
• Tener televisión por cable.
• Comprar una acción en un club para que tu descanses mientras los carajitos se cansan.
• Tomar whisky.
• Comer salmón.
• Averiguar qué cosa es esa del sushi.
• Comprarte un jacuzi.
• Visitar Nueva York.
• Manguarear los sábados.
• Tener chequera.
• Subir al teleférico.
• Tener lavadora, mucho menos secadora.
• Celebrarle los quince años a Deisy en un salón de fiestas con música, bebidas y pasapalos para todos.
• Ir con toda la familia a conocer la Gran Sabana en una mega camioneta (tuya) y hospedarte en todas las posadas que encuentren de aquí hasta allá y de regreso.
• Comprarle a la viejita ese collar de perlas que ansía tener.
• Pisar el pico Bolívar.
• Ir al Sambil con real para gastar.
• Brindarle vino a tus amigas cuando te visiten.
• Arreglarte los dientes.
• Tener lavaplatos.
• Cambiar el colchón.
• Pasear en góndola, en consecuencia, olvídate de viajar a Venecia.
• Comprarte un edredón como el de la señora donde trabajas que lo tiene porque es rica ¡Guácatela!
• Visitar Japón.
• Poder pagar un seguro de hospitalización que te garantice cierta tranquilidad… y a los tuyos, claro está, mira que la cosa es pareja para todos.
• Mandar a Moncho a estudiar inglés a Canadá.
• Conocer el Vaticano.
• Ponerte una blusa de seda.
• Hablar francés.
• Tener tarjeta de crédito.
• Tener una sortija de oro con brillanticos.
• Ir a un spa.
• Dejar de vivir de lo que a bien tenga a (medio) darte el gobierno, o sea, mendigarás y mendigarás y seguirás mendigando.

• Y, por último, olvídate de superarte, de querer algo mejor. Destierra de tu mente la perversa idea de montar ese negocito con el que vienes soñando desde que eres pobre porque, querida Marelvis, puede ser que te vaya bien, prosperes y te vuelvas rica. ¡Cancelado, cancelado, cancelado y tramutado!

Contra pava, pava

Ana Black


En la redacción de El Mundo descubrimos por qué es que el país no sale de abajo. Tras un concienzudo análisis que nos tomó horas de investigación, discusión y reflexión el equipo concluyó que ningún país que reciba el año como lo hacemos los venezolanos podrá, jamás alcanzar la prosperidad, la serenidad, la armonía ni nada de nada, mucho menos salir de esta pava macha que venimos arrastrando desde hace décadas.

Tomemos como ejemplo una familia venezolana que se bandee en el promedio nacional, o sea, que esté compuesta por padre, madre, tres hijos, cuatro abuelos, quince tíos, cuarenta y dos sobrinos, un compadre maleteado, una amiga despechada a quien, ya lo habrán concluido, la madre pretende empatar con el compadre, y los vecinos del frente que están solitos este año.
La cosa empieza, horas antes, con las pantaletas amarillas. Si hay más de dos mujeres en la casa, lo más probable es que haya tángana debido a la propiedad de las prendas porque todas se querrán poner la más bonita. El año pasado supe que ahora los hombres también se ponen sus calzoncillitos áureos, liberación pareja, pues. Una vez todo bien dispuesto sobre la mesa, todos emperifollados y perfumados, los anfitriones se sientan a esperar a los comensales. Éstos van llegando de a poquitos cargando equipaje, el cual debe quedar bien organizado a la entrada para que quepa el maletero. Cuando ya están todos reunidos los adultos bebiendo, los adolescentes protestando y los niños corriendo aunque no haya por donde, sale el primer preocupado que pregunta la hora.

–Falta media hora- dice el abuelo, mirando al techo.

A petición de una de las abuelas, se hace una pausa para escuchar Las uvas del tiempo. Fin de la pausa con suspiros de todo tipo. Aunque hay música sonando a todo dar desde un equipo de sonido, la radio está puesta igual, a todo gañote. Hay una prima sentada en un rincón que cada cinco minutos, es decir, cada vez que en la radio suena faltan cinco pa las doce, llora.

De repente grita una tía: “¡Ya van a ser las doce!” y empieza el desmadre. Como practicando la coreografía del caos universal, todos (menos los abuelos) empiezan a dar carreras por la casa. Todos quieren tener sus maletas en la mano, muchos no encuentran las carteras para sacar los dólares que: “¡Te juro que los metí esta mañana, mi amor!”. La mesa, servida con tal primor por la anfitriona, en segundos se vuelve un desastre por el ataque irrefrenado de niños, adolescentes y adultos por igual, cada uno queriendo agarrar su docena de todo lo que haya que ingerir mientras suenan las doce fulanas campanadas. Empiezan a aparecer los disfraces. Una tía sale luciendo una bufanda porque este año quiere ir a esquiar; el esposo viene con unos chores floreados porque él, al contrario, piensa darse una vueltica por Hawai. Una sobrina aparece con una estrambótica pamela porque pase lo que pase, ella tiene que estar en Ascot el año que viene a ver si se levanta a uno de los hijos de Lady Di.

Maletazos van, maletazos vienen al ritmo de diez..., nueve..., ocho... “¡Yo no tengo uvas!” cinco..., “¿Dónde está mi elefante de la buena suerte?” tres..., dos... “¡La abuela se atoró con una lenteja!” Uno...

–¡Felijaaañooo! ¡Felijaaañooo! ¡Felijaaañooo!

Abrazos, besos, amapuches, buenos deseos, agradecimientos, mocos y lágrimas a granel y, a medida que cada uno va saliendo de estos menesteres, procede a comerse las cerezas, a atragantarse la champaña, a salir a la calle gritando y aleteando los billetes, a echar agua por la ventana, a quemar papelitos plenos de malos recuerdos, a decirle a todos y cada uno cuánto los quiere, cómo le perdonó sus faltas, a hacer promesas de buena conducta; más lágrimas y muchos estremecimientos y, mientras tanto y para amenizar, los varones dejan la escena para quemar la mitad del presupuesto del año que viene en cuanta cosa haga ruido.

¿Qué puede esperarse de un país que festeja la llegada del año nuevo con tal desproporción? ¿Cómo pretendemos encontrar un camino si cada doce meses nos metemos una rumba de cosas pavosas en apenas quince minutos? ¿ Acaso es posible conjurar la pava con tanta pava?

Piscina tempurizada

Ana Black


¡Que tierra bendita ésta! Pienso cada vez que me toca lanzarme a la piscina, aunque eso de lanzarme es una especie de pretensión, una clase de añoranza de aquellos tiempos cuando de verdad me pegaba los propios clavados. Ahora no, ahora, con toda la dignidad que me inspira el culillo a hacer el ridículo, me siento con elegancia en el borde, meto los pies en el agua y ¡cha-plash! me dejo caer con suavidad. Acto seguido emprendo una caminata –quique para calentar- de cuatro piscinas, mientras lo hago voy recogiendo de la superficie hojas de árboles, pedazos de plástico, cadáveres de abejas, mariposas que se resisten a morir ahogadas, pétalos, ramitas y toda una variedad de desperdicios, bio degradables o no, que van a caer a la alberca a lo largo del día. Esto lo hago, más que para distraer el aburrimiento, con el fin de protegerme de un ahogamiento por ingestión de vainas raras como las arriba mencionadas, u otras. Es que ya me pasó: iba a culminar los novecientos metros nadados con el bofe a flor de boca cuando, de repente, en lugar de la bocanada de aire que me impulsaría por penúltima vez a la meta, me tragué una hoja de jabillo, la cual, por el ahogo que me produjo me pareció más bien de yagrumo. De más estará narrar el espectáculo que pudo representar esta señora, tan digna, tan decente, tan toda combinadita en azul, parada a la altura de los veinticinco metros, aleteando en el aire y botando hojas y pestes por esa boca.

Sí, pero, de todas maneras sigue siendo una bendita tierra ésta, que permite nadar a pleno sol en cualquier época del año, sin techos, ni luces artificiales, ni artilugios eléctricos ¡que peligro! para atemperar el agua. Pero ¡coño! también tanta tropicalidad representa el más grave peligro para la vida de los atletas. Y no sólo la tropicalidad ambiental sino la mental (que ya sería, entonces, tropicalismo ¿no?) porque, si de la superficie recojo cada día tal muestra de la flora y fauna local, no les quiero contar lo que yace en el fondo. Uno va: dos brazadas, respiración, dos brazadas “¡mira, una pluma de colibrí!”; brazada, brazada“¡épale, quéseso! de regreso investigo”. Respiración, brazada “¿un chigüí? ¡nooo!” brazada.

Y así se le pasan al que va nadando brazadas, respiraciones, metros y vueltas, en el pleno disfrute de una especie de espectáculo sub albercal sólo visto en estas latitudes, como un museo submarino pero sin tiburones ni focas, como no sean los otros que se ejercitan.
Gracias a que casi nunca le pasan la escoba acuática a eso que ya va siendo un micro ambiente acuoso, los que nadamos disfrutamos de ese nuevo hábitat, de un mundo natural completamente nuevo generado por el ambientalismo tropical hasta que, como me sucedió ayer, caemos en cuenta y nos invade el pánico: es como estar nadando en un caldo vegetal, en un aderezo gigantesco que se ha ido preparando poco a poco, día a día, semana a semana. El terror me entró cuando mi creatividad, azuzada por la hiperventilación del ejercicio, le añadió harina a la preparación y entonces me vi convertida en un gran tempura humano.