martes, 18 de agosto de 2009

Playas y habichuelas

Yo andaba en estos días con una sensación endógena de cansancio, de agobio,
de angustia, de inseguridad hasta que un gran amigo me sugirió que dejara de ver Globovision y ¡santo milagro! se me pasó todo. Ahora salgo a la calle toda Tess, serena, tranquila, segura, tanto, que no hice sino reírme cuando supe que –y que- volvieron
a asaltar la panadería; ni hablarles de la novela de mis amigas Olga y Olga, dicen que
-y que- les hicieron secuestro múltiple junto a todo el edificio y las mantuvieron a punta de pistola durante seis horas ¡Pfff!; y a Luz, la muchacha que viene a trabajar a mi casa
ni me molesté en darle el pésame por la y que muerte de su cuñado a quien y que lo asaltaron cuando y que venía de buscar a los carajitos y que a la escuela. Fue pasmoso, dejé de sintonizar ese canal supe que había azúcar en todo el país, que nadie le debe
a las enfermeras de Barrio adentro y que los trabajadores petroleros disfrutan del contrato colectivo más considerado del mundo.

Como la sensación de bienestar fue tan apabullante decidí tomarme unas vacacioncitas. Pensé en ir a Curiepe a visitar las playas de la zona, ver si ya habían sustituido a la Patrona por el Che y de paso disfrutar los tambores en la fiesta de la Virgen pero,
la verdad, de inmediato, llena de vergüenza endógena, me pregunté casi furiosa:
“¿y mis hermanos? ¿Y mi solidaridad con mis entrañables co-continentales?
¿Y mi compromiso ancestral con la Pachamama?”. Entonces vino la luz revolucionaria
y ¡júaaa! me iluminó, conecté las ondas alfa-aborígenes y el resultado fue: Quisqueya. Para allá me fui, a aprovechar el equitativo intercambio derivado de lo que las futuras generaciones del mundo de la economía conocerán como la doctrina PetroCaribe.

Me hospedé en el complejo turístico social Casa de Campo Siglo XXI, en La Romana.
Todo fue espectacular, desde el recibimiento de reina revolucionaria (o soberana) hasta el hecho de que era gratis pero, lo más conmovedor, lo que me hizo sentir parte real de este proyecto Inter Continental fue encontrar sobre la cama un detalle tan hermoso, tan particular y sobre todo tan curioso para alguien como yo procedente del trópico: ¡una delicada pieza de cerámica realizada por un artista de Altos de Chavón llena de habichuelas (o frijoles negros, como le hemos dicho toda la vida en Venezuela a esa exquisitez dominicana)! El potecito venía atado con una cinta roja rojita de la que pendía una tarjeta con la foto de nuestro Mandador y esta leyenda:

“En República Dominicana sembramos el petróleo”.


 
@AnaBlackLl