martes, 22 de septiembre de 2009

Lenguaje , discurso y modelaje

En estos días, mi hija Victoria, quien ya tiene 24 años, es licenciada en Artes Plásticas, trabaja y tiene novio, o sea, es grande, me explicaba cómo debía proceder para resolver un problema técnico que teníamos en la cocina: “Agarras el cablecito y lo pasas por el huequito que está justo debajo del suichecito rojo, después le pegas un pedacito de teipe, metes el tornillito y lo peroleas con el bichito de estrías”.

Impactada por el abuso del diminutivo, le llamé la atención, le di a entender que era casi patética la manera en que acababa de hablar, tanto, que hasta le perdonaba el verbo perolear. “Mamá” me dijo con cierta tirria en la mirada, “tu tienes toda la vida hablándome así”.

Y es verdad. Ella tiene 24 años y yo todavía le digo “hijita” y le pregunto qué prefiere para acompañar el pollito, si pastica o arroz. Le escribo por el celular que traiga lechita para la cena, y le pido que me acerque la bandejita del café, o los mantelitos individuales, o las cucharitas para el postre.

No crean, me cayó muy mal que me lo echara en cara con tal rudeza porque yo he pasado toda la vida luchando contra ese sufijo sin ningún éxito, sin ver que ya forma parte de nuestra historia patria, de nuestra esencia nacional, que es uno de los más importantes eslabones de nuestro genoma humano local.

Pocos habitantes de este país se libran de esta modalidad oral dado que el 90% de las madres venezolanas y el 90% de las abuelas y el mismo porcentaje de las bisabuelas y de todas las generaciones anteriores desde Guaicaipuro para acá le hemos hablado a nuestros hijos “en chiquito”; el 10% de mujeres que no lo hizo está integrado por inmigrantes que no sabían que eso se podía. ¡Seguro! Mujeres que, a los cuatro meses de haber desembarcado en Venezuela, lo más probable es que ya le estuvieran hablando tuñequeado a sus niños.

Desde los tiempos prehispánicos a los venezolanos nos han consolado el dolor de barriga con aquello de sana, sana culito de rana; nos enseñaron a recitar con el sapito lipón; nuestros villancicos están plagados de caballitos y burritos que van a Belén; nuestras primeras oraciones están cundías de virgencitas y niñitos Jesús, y plenas están nuestras poesías de angelitos multiétnicos y ratoncitas presumidas. Mi abuela le cantaba a esa misma niña, mi hija, mientras la mecía en sus rodillas, esto: “Antonio Retoño mató a su mujer con un cuchillito del tamaño de él…”. Si alguna vez me preocupó esto del affair modelaje y lenguaje fue en esos tiempos porque, debo decirles, Antonio se llama el papá de la criatura. Ante mis angustiosos reclamos, la dulce ancianita me respondía, con cierta indiferencia, que esa niña no entendía qué le estaba diciendo sino cómo se lo decía.

Los niños venezolanos hacen pupusito, se tiran peítos, se suenan los moquitos, comen camburcito y uno les pone el suetercito para que no se enfermen.
Hemos formado hombres que, aunque se bajan del carro mirando a la distancia con displicencia, caminan como si lo que llevaran entre las piernas, fuera más bien un fardo de algodón, se dirigen al empleado de la arepera con voz recia y le dicen: “Pana, primero tráeme un vasito de agua”. Varones, varones que piden la colita y se despiden mandando besitos.

Otro caso que se me ocurre nos puede haber estado jugando una mala pasada en cuanto al modelaje inadecuado a través del lenguaje es el de las imprecisiones y eufemismos como, por ejemplo, llamar totonita y corotico a lo que les conté; decirle aquello a lo que les conté pero cuando describe al de los adultos; referirse a la ex como la innombrable, y mandar a la gente para tú sabes dónde.

Tenemos también el tema de los vocablos genéricos, los comodines que usamos para todo y que nos facilitan tanto la comunicación como son el perol, la vaina, la verga (perdón), el peo (perdón), o sea… o sea, sí, osea y (perdón) la güevoná, además de los verbos -también genéricos- bichar, perolear, furular y joder (perdón). No voy a ahondar en ese tema del que tanto se ha hablado, pero los venezolanos estamos, además de muy cómodos con esta fórmula tan poco exigente, convencidos de que, con la adecuada combinación de esas palabras y un poco de expresión corporal, estamos resueltos, aquí y en Kutusiapón. Casi políglotas, pues.

Los docentes merecen un capítulo aparte. Sólo voy a exponer dos ejemplos que por gráficos, se bastan solitos para representar cuán desviados pueden estar del concepto modelaje. Ayer oí a una directora de una escuela del Estado Zulia decir que: “la influencia de alumnos en ese primer día de clases había sido muy poca". Cuando mi hija estaba en primer grado, que es cuando cualquier vaina (y no pienso pedir perdón esta vez, ya verán por qué) los moldea, la maestra le escribió en el diario esta cariñosa notita: “Victoria, te felisito, haz mejorado mucho, se ve que te esforzastes y estás dispuesta ha trabajar…”. Si ese va a ser el modelo, la verdad, es preferible que los dejen rústicos.

No sé qué es peor si la limitación a cinco palabras, tres verbos y mucha gestualidad para establecer una comunicación fluida con los congéneres, o el empeño en parecer leídos y acuñar términos como: beneficiencia, impertensión –que vaya usted a saber cómo se escribe- dificultuoso, abarcativa, presirio, alquilino, odjeto, tecto, Disic, colacso, sud empleo, expontáneo, en fin. Tampoco sé si debo sentir lástima o ternura hacia aquellos que, parados frente a un micrófono, se sienten poseídos por el espíritu de Cervantes en su décimo octava generación tropical y declaran cosas como:

–Se arriesgó a despensas de su seguridad.

–Yo ni independiente con eso.

–Gratitud de regalo.

–Esas tuberías quedaron icsofactas cuando se las llevó la crecida del 99.

–Nadie puede andar acusando así, aprioríticamente.

– Los blanco tiradores estaban en aquel edificio.

No quisiera, de verdad, meterme con el ya tan vapuleado sector de los comunicadores sociales pero... pero... es que si el tema va de modeladores me veo obligada a dedicarles unas cuántas líneas a algunos de estos profesionales que se empeñan más bien en tomar la vía opuesta. Llevo años recopilando barbaridades que dicen sin ningún empacho en radio, televisión y periódicos
A ellos hago responsables de haber masificado el uso de cosas (perdón) como: aperturar, abocarse, a la altura de, con base a, y conjuntamente con. A ellos, importantes modeladores de nuestras conductas les he leído y oído cosas como:

– …y también están los animales mamíferos opíparos, o sea, que nacen de huevos.

– El incendio fue oportunamente propagado por los efectivos del cuerpo de bomberos.

– Entre los secuestrados había una dama en estado de ingravidez.

– Vamos a recapistular.

– Estamos esperando a las puertas del Metro, que permanecen cerradas, a ver si alguien nos dice cuándo abrirán este importante medio de comunicación.

– A través de Facebook y Twitter los famosos están constantemente intercontinentados con sus fans.

Hay más, bastante más, les juro que mucho antes de que la Fiscala lo dijera ya una reportera de El Universal nos había contado que los cadáveres muertos habían sido trasladados a la morgue de Bello Monte.


Un inglés me dijo un día - y me lo dijo allá, en su tierra, donde yo no pude más que bajar la cabeza- que la diferencia entre ellos y nosotros es que por lo general allá en el hemisferio norte la gente pierde el autobús, a nosotros por el contrario, el autobús nos deja. Si eso no es un modelaje chimbo, ya me dirán…

Y aquí retomo lo del culito de rana ¿no será que entre eso del perverso autobús que nos deja y aquello de “si no sana hoy sanará mañana y si no cuando le de la gana” pueda estar el germen del “como vaya viniendo vamos viendo”, que, junto a cierta pereza para pensar, es uno de los grandes motores de la esencia venezolana?

Si de verdad el lenguaje modela ¿tenemos futuro los venezolanos habiendo crecido esculpidos por los diminutivos, las imprecisiones, las groserías y el libre albedrío oral?

Dejo esta preocupación a los entendidos, yo soy apenas una ciudadana ansiosa por llegar a mi casa a prepararle unas arepitas a mi hijita.

Buenas tardes.



Altamira, 17 de septiembre de 2009

Segundo encuentro Diálogos con el lenguaje, auspiciado por la Fundación Conciencia Activa http://www.concienciactiva.org/ y el Banco del Libro http://www.bancodellibro.org.ve/

1 comentario:

Unknown dijo...

Tiititica de mi corazoncitico, yo sí que te adoro. Muá.