martes, 29 de marzo de 2011

La verdadera historia de los últimos días del Planeta rojo




El 25 de mayo de 2008, la sonda Phoenix aterrizó cerca del polo norte,
en Marte; su objetivo primario era desplegar su brazo robótico y hacer exploraciones a diferentes profundidades para examinar el subsuelo
y determinar si alguna vez hubo vida por allá. La sorpresa llegó cuando,
en aquel peladero de chivo y mientras curucuteaba en una especie de cuevita,
la sonda topó con un tubo metálico de aspecto sospechoso, claro está.
 
No más meter el cilindro en la nave, los científicos terrícolas, gracias a las bondades de la larga distancia interplanetaria, procedieron a abrir el artefacto para –Oh! What a sheath– (¡Uh! ¡Ah! Qué vaina es esta) descubrir unos rollos de lo que parecía ser papiro marciano con una serie de extrañas inscripciones.
 
Fue bautizado como Códice Marciano pero en inglés.
 
Los traductores de la NASA, la CIA, el FBI y CSI Miami, en una especie de Mesa de la Unidad Cósmica, comenzaron a trabajar de inmediato en la decodificación de aquellos jeroglíficos, les dio su trabajito, cuentan, pero lo lograron. Hace un par de semanas, no más, hicieron una declaración conjunta en la que presentaron un resumen del contenido del Códice.
 
El documento fue escrito por un solo ser o marciano(na) quien firma como
Tío Martin y describe las vicisitudes sufridas durante las últimas décadas por
el alienígena pueblo hermano soberano. Narra que ellos andaban por ahí tranquilos y sin nervios, chévere banana, sin muchas angustias viviendo de la caza y de la pesca cuando, de repente ¡Babababúmmm! les cayó del cielo una invasión de gringos imperialistas en tres naves o carabelas: la Pinta, La Geva
y La Chama Yuleisy. No más llegar aquello se volvió un zaperoco “¡Fó! Huele
a azufre” gritaban unos; “Alerta, alerta, alerta que transita una invasión muy rara por la patria marcianita” advertían los dirigentes comunales por altoparlantes; “¡Aquí es, aquí es!” aullaban otros. En dichas naos, narra el Códice, traían los invasores plantas insolentes de energía, camionetas 4X4, chicle, fábricas de pañales, frescopeisi, tractores, carros deportivos, máquinas ordeñadoras, pelotas de béisbol y camisetas de basket, reguetón, televisores, bluyines, cotufas, prótesis mamarias, Botox, en fin, puro invento del demonio conquistador ¡Guácatela!
 
Los tipos(pas) lograron medio instalarse y activar las industrias pero llegó la revolución bonita y arrasó con ellos. Todo lo que medio oliera a progreso o trajera las instrucciones en inglés fue expropiado o erradicado. Se taló lo plantado y se quemó lo sembrado, se invadió lo labrado y se demolió lo construido, se saqueó lo trabajado y se hundió lo imaginado. ¡Uh! ¡Ah! Aquí nadie va a ganá.
 
Desde entonces, una vez erradicado el infecto capitalismo con estas acciones libertadoras, al soberano marciano bolivariano no le quedó otra que agarrar sus cachachás e invadir otros planetas porque Marte quedó así, como se ve ahora desde el espacio sideral: rojo, rojito y pelao…
 
@AnaBlackLl

viernes, 25 de marzo de 2011

Pediculosis



Para MariMontes


Es devastador.
 
Cuando yo recibí la comunicación del colegio donde me notificaban que debía mantener a mi pequeño ángel en cuarentena hasta que lograra erradicar la PEDICULOSIS de su lacia cabellera no entendí.
 
¿Pe-di-cu-lo-sis? ¿Pediculosis? Pero si esta niña no tiene nada en los pies. Búsqueda afanada en http://www.rae.es/rae.html y sale:
pediculosis. (Del lat. pedicŭlus, piojo).
1. f. Med. Enfermedad de la piel producida por el insistente rascamiento que motiva la abundancia de piojos, sobre todo de los piojos del cuerpo. Sus caracteres principales son las estrías del rascamiento y un color oscuro del tegumento.

¡¡¡QUÉEE!!! ¿Abundancia de piojos? ¿Marcas? ¿Rojeces? Te-gu-men-to ¿TEGUMENTO? ¿Mi tesoro tiene un tegumento? http://www.rae.es/rae.html
tegumento. (Del lat. tegumentum).
1. m. Biol. Órgano que sirve de protección externa al cuerpo del hombre y de los animales, con varias capas y anejos como glándulas, escamas, pelo y plumas.
¡Dios! ¿Quésesto? ¡Pero si mi hijita santa no tiene escamas, mucho menos plumas! ¿Qué hago? ¿A quién llamo?
 
–Aló, señorita por favor comuníqueme con el Dr. Rasquin ¡es una emergencia! … Alberto, perdona que te llame así pero es que acabo de recibir esta circular del colegio… Es horrible… pediculosis… escamas… plumas…¡tegumento! ¿Eso es grave? ¿Te la llevo?
¿Va a morir? ¡Ay, Señor, y por unos pinches piojos!
 
Estoica sufrí las carcajadas del insigne pediatra, heroica aguanté los resuellos con los que intentaba recuperar el aliento. No lo logró, al menos mientras duró mi paciencia, mi santa paciencia. Entonces, tranqué.
 
Nunca nada me reanimó, sólo alcancé serenar el susto. Nada me consoló porque,
a pesar de lavarle la melena a la niña todos los días, a pesar de lavar todos los días
mi cabeza -que para ese entonces llevaba con el pelo cortiquitiquitico- aún siguiendo
los tratamientos más cochambrosos como frotar el cuero cabelludo con aceite de ricino
o de oliva o de coco; aceite con azufre; infusión de eucalipto y limón; trementina con sal; vinagre sola, vinagre con aceite de árbol de té; champú con aceite de árbol de té; enjuagar con agua hirviendo, a pesar de todo esto los piojos siempre volvían.
Debo aclarar que recurrí a estos artificios después de haber probado los champuses
y enjuagues –todos- existentes en los anaqueles de cada una de las farmacias capitalinas.
 
Siempre pasaba lo mismo: La niña se rascaba la cabeza; llorábamos a mares aferradas en estrecho abrazo; probábamos el tratamiento del mes; todo un éxito, matazón de piojos, liendres y cuero cabelludo; dicha total hasta el mes siguiente cuando se reiniciaba el ciclo. Lo más desconcertante es que ella dormía apuchungada con la abuela una, dos y hasta tres noches a la semana y no había contagio en cambio a mí, que no me le acercaba sin ponerme el gorro de baño me caían todos, cosa horrible, en especial cuando se es persona que trabaja, que va a reuniones y que desarrolla la obsesión de creer que en plena conferencia los piojos van a abandonar su recinto natural para aventurarse a pasear por la frente, las orejas, el cuello y otras inmediaciones.
 
Lo asombroso es que, así como llegaron, así se fueron. Como en una especie de deserción escolar, al pasar al bachillerato los bichos abandonaron nuestros resentidos cueros cabelludos para siempre.
 
Otra extravagancia de la naturaleza.
 
 
@AnaBlackLl