martes, 14 de octubre de 2008

Ley Orgánica de la Impaciencia Nacional




Querida tía, soy yo, Lopsimat, qué bueno saber que tienes correo electrónico ¡siempre tan moderna!

Mi mamá está muy bien, se jubiló del ministerio hace tres años pero todavía está esperando que le paguen la jubilación y los cestatique desde el 2002. Mis hermanos también están bien, batallando y cumpliendo con su misión de vida cada uno en su trabajo, por ejemplo Loa, allá en Aduanas, no se cansa de contarnos lo divertido de su tarea, parece que ese despacho es una fuente interminable de ideas para este oficio de complicarle la vida al ciudadano. ¡Qué te puedo contar de Lot! Nunca paramos de reírnos de lo oportuno de su nombre, no porque él sea un dechado de paciencia ¡que va! sino por el manejo que hace de la paciencia de quienes tienen que realizar alguna diligencia relacionada con el trabajo.

De Loadegaco sabemos poco, allá en Derechos y Garantías Constitucionales ni en esto trabajan, o sea, ya ni siquiera le complican la vida al soberano, simplemente se las echaron al hombro y perdona la ordinariez, mi tía, pero es así, se ha convertido en la oveja azul de la familia.

Siempre pienso en la suerte que tuvimos cuando papá decidió crear este organismo para que todos en la familia trabajáramos en lo mismo. Cada vez que nos reunimos intercambiamos experiencias, compartimos información, descubrimos nuevos métodos de embrollar. Te confieso que cuando él nos contó que la idea era que en cada ministerio, en cada dependencia oficial, en cada oficina del gobierno hubiera una persona inventando sistemas para complicarle la vida a todo aquel que necesite hacer alguna diligencia allí no entendí mucho pero cuando vi el entusiasmo de Lodes, cuando vi cómo se le descentralizaba el rostro de la emoción, comprendí la genialidad de papá: “Cada vez que la gente aprenda cómo resolver el obstáculo ustedes se inventan otro, como ponerlos a buscar copia de la partida de nacimiento en la capital del estado en lugar de hacerlo en la parroquia donde nació y fue registrada la criatura. ¡Sean creativos, mis hijos! ¿Que ya aprendieron a cancelar los impuestos? Bueno, invéntense algo como sancionar a una empresa que contrate a otra que no haya cumplido con el Seniat”. ¿No es genial? Por ejemplo, el domingo pasado, en el sancocho donde mamá, estaban las morochas, Loe y Loi, tu sabes que ellas han sido siempre las más creativas, bueno, los cuentos de Loi con lo de los sellos de las comunidades educativas en las calificaciones de los bachilleres y los cambios de formato de los boletines eran para despatillarse de la risa. Imagínate tía que hasta se inventaron la figura de un bedel que manda a la gente a hacer la cola que no es.

¿No es demasiado ingenioso? ¡Y si te cuento los inventos de Lopcomat no me los crees! Ella misma dice que se le pasó la mano y que ya la gente está hablando de hacer comunas en las oficinas para los empleados y sus familias, para no correr riesgo alguno con su seguridad. Era una dicha verla brindar con papá mientras gritaban: “¡Misión cumplida!”

Bueno tía, me despido. La bendición.

Patria, socialismo y muerte ¡Joderemos!


 
@AnaBlackLl

martes, 30 de septiembre de 2008

Chimbicidios





Los cientos de voceros del régimen parece que tuvieran - como nos decía mi mamá cuando éramos adolescentes- el cerebro conectado con la lengua. Les ponen un micrófono al frente y se despepitan a decir cualquier barbaridad que complazca la tendencia partidista sin detenerse a calibrar el diámetro de lo que están lanzando por esa boquita como el, por fortuna para la patria- ex Fiscal General Isaías Rodríguez cuando justificó
el ataque a Globovision con esta gloria: "… Estas respuestas son lógicas en una situación como la que se vive; frente a un medio de comunicación que permanentemente está instando e instigando y es posible que el pueblo tenga respuestas de esa naturaleza".
Si el hombre hubiera pensado en los discursos del Presidente Teniente Coronel Comandante en Jefe etc. y sus congéneres ¡ni de broma! hubiera dado esa declaración, pero es que ni de vainita. Si se hubiera detenido un nano segundo para medio organizar las ideas lo más probable es que lo hubieran acosado las imágenes de Bernal llamando
a quemar a la oposición por los cuatro costados si le sucede algo al Presidente,
o la voz de Lina Ron amenazando de muerte “y cuando digo muerte es muerte”,
o la visión de Diosdado Cabello, gobernador, avisando que va a ir a buscar al otro pa’ espescuezalo. Por fortuna la otra parte del pueblo, es decir los demócratas, funcionamos de otra manera.

Ahora, hablando de bazucas, tampoco entiendo por qué le preocupa tanto al Régimen
el asunto del magnicidio si lo que ellos llaman Oposición, al menos en ese tema, ha demostrado ser mega chimba por no decir que supraincapaz. Claro, cada golpista juzga por su condición, comprendo que por su experiencia se sientan aterrados y vean sombras en todas partes, en especial cuando tienen que lidiar –entre otras ineficiencias después de 10 años (diez) con las decenas de magnicidios reales que comete el hampa cada semana contra el Soberano –el Pueblo Soberano-. La verdad es que si yo fuera régimen, digo, gobierno -¡Dios me guarde el lugar!- dormiría tranquilaza (zo) ante unos magnicidas tan torpes que instalan en la playa a orillas de la carretera una bazuca (bazuca en aquella época, 2002, porque ahora encontraron la misma igualita que en seis años evolucionó para convertirse en un lanza misiles AT-4. ¡Viva Darwin!) y además se van y dejan olvidadas, entre otras maravillas implicatorias, una libreta de teléfonos con las señas de todos los magnicidas desg-ara-ciados golpistasasesinos lacayos del Imperio. No entiendo cómo es que les angustia tanto un grupo de gente tan inepta que, con un promedio de 2 coma algo intentos de atentados por año, todos fallidos, no ha logrado ni siquiera superar la fase “planos”.

Hay que tener esa conciencia muy revuelta para que ese fantasmita los descalabre así.


 
@AnaBlackLl

Pensum




Universidad Bolivariana de Estudios Políticos Bolivarianos
Escuela de Estudios Bolivarianos Internacionales e Internacionales Bolivarianos

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Economía I (Gallineros verticales, rutas de la empanda y trueque)
Economía II (Prosumismo y todas esas cosas)
Economía III (Brigadas de invasión y consumo)
Economía IV (Mercados internacionales de trueque)
Economía Minera y Petrolera (Deforestación, desmantelamiento y regalía de pozos petroleros)

***
Administración Pública (Maletín I, II y III)

***
Introducción al Derecho y después al revés.
Derecho Inconstitucional
Derecho Zafio
Derecho Internacional Público (1 charla)
Derecho Internacional Privado del Comandantenjefe (I, II, III, IV; V, VI, VII y VIII)
Derecho Diplomático y Consular (2 charlas de 16 horas consecutivas c/u –aprox.- dictadas por el Comandantenjefe)
Cómo mandar al carajo al Derecho Diplomático y Consular (I, II, III y IV)
Derecho Internacional (Eliminado… por ahora)

***
Historia de las Doctrinas Económicas (de Marx pacá)
Historia de las Relaciones Internacionales (Del Arca de Noé hasta nuestros gloriosos días)
Historia de las Relaciones Internacionales de mierda (USA)
Historia del Pensamiento Político (Fidel I, Fidel II, Fidel III y Fidel IV)
***
Técnicas de Negociación Internacionales (El carajeo, la patada, andaquetelambaunsaapo, me cachi en la má y otras)

***
Espernanque patrio (Comercio Internacional I, II y III)
***
Estadística (Cómo ignorarla)

***
Ruso (I, II, III, IV y V)
Introducción al Persa
Nociones básicas de chino mandarín
***
Metodología de la Investigación (con pasantía en el archivo de La Hojilla)
***
Protocolo bolivariano I (El eructo, la cagueta, el desplante, la incontinencia de todo tipo)
Protocolo bolivariano II (Avasallamiento y tropelía)
Protocolo bolivariano III (Teorías y técnicas del maldecir y del mal decir)
***
Taller mecánico I y II
Taller III (Cómo manipular maletines ¡a discre-ción!)
Taller IV (Novela, cuento y fantasía)
Seminario de groserías I, II y III
Electivas I, II y III (CNE)


 
@AnaBlackLl

Carta abierta




Caracas, martes 2 de septiembre de 2008, décimo año de la revolución y último de la habilitante.
Sr. Presidente de la República B… B… Bolivariana de Venezuela,
Su despacho.

Apreciado Presidente,

La presente, que sale con rango valor y fuerza de sincero comunicado, es para decirle que tranquilo, no, no vamos por usted. No sabemos de dónde sacó usted semejante idea o, peor aún, quién se la ha ido metiendo en la cabeza de manera tan sañuda, debe ser el mismo (a) que le ha recomendado que use términos tan desgastados como piti yanki o siglo XXI.

Le escribo para ver si en algo puedo contribuir a serenar su atormentado espíritu aclarándole que si usted pierde estas elecciones, ni es usted quien pierde ni va a haber guerra. Respire profundo ¡Ohmmm! ¡Ohmmm! ¡Ooohmmm! e intente recuperar la sindéresis, relájese, recuerde que éstas son unas elecciones regionales, que su cargo no está en juego. Inspire… bote el aire (novayaser que si le digo que espire algún fanático iletrado me acuse de estar mandándolo a auto morirse).

El 23 de noviembre sólo vamos a tener elecciones –regionales-, es decir, unas ciudadanas (os) con proyectos de gobierno -regionales- que presentarán a lo que al mundo le ha dado por llamar “consulta electoral” para después a someterse a los resultados o, como también la llaman: la voluntad del pueblo. Como verá, no es con usted así es que nadie
va a ir a arrancarle la cabeza para freírla en una paila de aceite, para hacer eso no hacen falta sufragios. Después de diez años (10) convocando elecciones y diciéndonos -cada vez que los números lo asustan- que viene la guerra, que lo quieren matar, que descubrieron un siniestro plan del Imperio (el gringo porque el ruso y sus atrocidades sí le parece chévere), ya usted debería saber que nadie quiere sacarlo de Miraflores, que sólo clamamos por gobierno, no mando, entiéndame bien, go-bier-no, o sea,
que resuelva, pues.

Usted mismo lo dijo: “Ya nos ganaron el año pasado” y, aunque entonces le advirtió al mundo que si la oposición ganaba iría por usted, su casa, su cabeza, fíjese, todavía anda usted por ahí orondo y redondo con su testa intacta, vivito y amenazando con una cadena Le Mans.

Pierda el miedo, convénzase de que somos un pueblo (y en el concepto pueblo me tomo la libertad de incluirnos a todos los venezolanos) pacífico y muy poco dado a las guerras, los magnicidios o fritangas de cabezas.

¿No se ha dado cuenta de que el único que ve guerras y maldad en todas partes es usted?

¿No le da cosita? No sé si será muy imperialista recomendarle unas goticas de Rescue cada vez que sienta que vienen por usted. Deshágase de esa obsesión, convénzase de que el país entero, opositores o no, está buscando otras cosas como prosperidad, tranquilidad, seguridad, educación, sanidad, en fin, todo lo que se espera de un buen gobierno electo por votación popular.


Atte.

domingo, 3 de agosto de 2008

Una tragedia greco doméstica




Un día te despiertas, llegas como puedes hasta la cocina, pones a colar un cafecito y antes de abrir la nevera, en cuanto tocas la puerta sientes que algo no anda bien. Aunque suene cursi, es un problema de vibra. No dije como de vibra, dije con toda claridad que es un problema de vibra, de vibración. La nevera no vibra, no está haciendo sssssnnn. Y entonces –porque puede ser que no estés bien despierta, que tus sentidos no hayan salido de la cama todavía– le pegas el oído pero, nada. Sin quitar la oreja pegas el cuerpo para ver si es que no te están llegando las vibras, y nada. En la misma posición la abrazas, la abrazas así con fe, con esperanza, subes los brazos, pegas más el cuerpo, quieres sentir ¡necesitas sentir que ese mamotreto vibre! Anhelas escuchar ese discreto ssssnnnnn y allí se te viene el alma al piso y, mientras sigues el recorrido de tu alma te topas con el charquito delator y te llega la certeza: la nevera se jodió. Y me perdonan pero es que las neveras no se dañan, no se echan a perder, no dejan de funcionar. La nevera es vital, insustituible, imprescindible y además, gigantesca. Está plantada en mitad de la cocina cargada de la esencia de la vida, o sea, nuestra papa.

Y entonces te sirves el café y piensas: “¿Cómo es que se llama el técnico de la nevera?” “¿Dónde será que anoté el teléfono?” “¿Y de qué me sirve saber dónde fue que lo anoté si no tengo idea de cómo se llama el señor?” Y empiezan las llamadas, desesperadas:

–Aló, Mari.

–…

–Mal

–…

¬–Se jodió la nevera

–…

– Gracias, yo sé. Necesito que me ayudes porque no me acuerdo cómo se llama el técnico ¿te acuerdas que yo te lo recomendé una vez?

– …

– No te acuerdas cómo se llama… Cómo es posible que no te acuerdes cómo se llama.

– …

– ¡Porque yo estoy en estado de shock, mijita! ¡Me acabo de encontrar la nevera muerta en la cocina! ¡Un poco más de sensibilidad, por favor!

– …

– Te lo agradezco.

Aparece Jairo –que así se llama- pero no puede venir sino hasta mañana y, como las neveras no se dañan a mitad de quincena sino cuando están taqueadas de comida, viene la otra parte: la repartición de bienes. Entonces anotas: la del 9-4 aceptó un paquete de milanesas de pollo y medio kilo de carne molida. 9-1: carne guisar, falda y chuletitas de cochino. Conserje: 1 pollo y dos envases con caldo de res.

Cuando llega el técnico una lo recibe como si fuera Salud Chacao que vino a atender a un familiar cercano. El hombre hace un par de preguntas mientras la voltea, saca UN (uno) destornillador, hace lingui, lingui por aquí, taqui taqui por acá y sin desarmar nada diagnostica:

–Doñita, esto es el compresor.

Nunca “tranquila, señora, era este cablecito suelto” o “¡que suerte, SEÑORA, era un fusible quemado”. Siempre es el compresor, o el motor, o los dos.

Y es en ese instante, al enterarte del monto de la cuenta, cuando quisieras ser griega (clásica) para, después de pegar el más estruendoso de los alaridos, salir corriendo e irte a vivir al Olimpo.

Inflación: ríndete, te tenemos rodeada





Ayer fui, como acostumbro, a hacer el -y que- mercado quincenal pero esta vez la sensación de inseguridad y la angustia con que últimamente llegaba al local fueron desterrados de mi estado de ánimo por una confianza y alegría avasallantes: Yo –me dije allí paradita, sosteniendo con fuerza mi carrito– soy una embajadora de la deflación. Así pues, con mi frente en alto y animada por una fanfarria interior –¡Ta-raríiii! ¡Contra la inflación: el regateo!– traspasé el umbral de esa guarimba económica como bien las bautizó el Min Popop de agricultura.

Por primera vez en años no revisé los precios del aceite, simplemente agarré la marca que siempre quise comprar y nunca pude; tampoco me molesté en preguntarle al carnicero a cómo estaba el kilo de carne de segunda, tras saludarlo le sonreí y para su sorpresa le pedí un kilo de bisté de lomito cortado más bien gruesito y cuatro pechugas de pollo ¡sin hueso! En la charcutería fue igual: “medio kilo de jamón decente, medio del queso que sabe, ¡hasta me atreví a pedir ciento cincuenta gramos de aceitunas negras para el cumpleaños de mi gordito!
Pasillo por pasillo fui metiendo en el carrito: papel tualé que seca; jabón que echa espuma; leche leche, no ese bodrio que llaman algo así como parece leche pero no es; diablitos jundergüu (¡en la casa no lo van a creer!); ¡salsa de tomate kechu! (hacía aaaños); dos kilos de café ¡por fin diosito! Compré huevos, me arriesgué a llevar el kilo completo de cebolla y de tomate, agarré dos pimentones medianos en lugar del más chiquito que solía llevar, en fin… fui feliz, porque, más que un mercado decente, estaba a punto de hacer patria.
Llegué a la caja y, mientras ponía cada producto sobre la cinta transportadora repasaba mi discurso liberador ensayado durante toda la semana. No me va a pasar como con el pan: Una semana pateando calle en busca de una panadería que vendiera el producto más barato y, aparte de insultos, pan chimbo y la pérdida de la pediquiur no conseguí más nada. Respiré profundo e invoqué al santo patrono del regateo en supermercados, Elías Jaua.
–Cuatrocientos cincuenta y seis con setenta y cinco, mamita.
–(¡Ohmmm!) ¿Cuánto?
– Cuatrocientos cincuenta y seis con setenta y cinco, madre.
–(¡Ooohmmm!) ¿Y no me puedes hacer una rebajita… mami?
Su respuesta fue, rompiendo nuestra sólida relación materno maternal y sin que mediara ni una mirada torcida, agarrar el micrófono y vocear: “Atención, Popopita en caja tres, se solicita personal de seguridad. Repito…”.
–Doñita (doñita… sssmdre), por favor, si no quiere pagar tendrá que abandonar el local– me dijo un hombre muy grande vestido de negro.
–¡Pues no me pueden negar mi humano derecho humano al regateo!
_OK. Ya regateastesss, ya se te dijo deque no, te me vasss…
–¿Y mi compra?
_En Mercal, mi doña, allá le respetan todos los derechos.
–¡Pero allá no venden diablito!
–¡Y aquí no nos subsidian! Chao te dije ya.

Reinserción




No voy a decir que todos para no provocar protestas pero un altísimo porcentaje de los venezolanos (y americanos en general) paralizamos nuestras actividades para ver cómo Ingrid decía mientras hablaba por teléfono: “Mamá, estoy libre”. Yo lloré. Lloré, suspiré
y me agarré el corazón.

Después la vimos salir del avión y abrazar a su mamá, las vimos besarse, tocarse, agarrarse la cara y besarse mil veces más. Volví a llorar. Después vimos aparecer a los otros rescatados, todos menos los gringos. A todos los trajeron, retrataron, abrazaron, apuchungaron, entrevistaron y pasearon. Ellos se abrazaron en cambote,
se hicieron carantoñas, se echaron flores. Cada uno -según sus niveles de pepasomadismo- susurró, habló o gritó su dicha. Y se tocaban y sobaban y aceptaban el contacto con cualquier mano que se estirara hacia ellos, como para saciar una necesidad de contacto humano contenida durante años.

Pocas horas después volvieron a aparecer, ya más serenos y organizados pero con la misma ropita, se ve que los habían llevado a hacer pipí, lavarse la cara, comerse una cosita y volver a abrazar a la familia. No tenían aspecto de que los hubieran llevado al hospital a sacarles alguna radiografía o manque fuera una gotica de sangre. En esta oportunidad cada uno desahogó algo de sus emociones y empezaron todos a compartir sus angustias.

Al día siguiente volvimos a moquear cuando Ingrid se encontró con sus muchachitos y al escuchar a cada madre responder casi como si se hubieran puesto todas de acuerdo que lo que más ansiaban era agarrar al hijo y besarlo, abrazarlo y besarlo, apretarlo y besarlo hasta perder las fuerzas. Supimos cómo las familias de cada rescatado habían divido las responsabilidades una vez recuperada la calma después de conocer la noticia: mientras una mitad de la prole iba a la capital a re-rescatar a su muchacho, la otra se quedaba en casa preparando la bien llegada. Unos ensayaban serenatas, otros planificaban la bailanta y en algunas ciudades hasta templete estaban montando. En todos los casos participaba la comunidad entera.

Hasta ese momento no supimos de siquiatras, asistencia emocional, mucho menos aislamiento profiláctico como pasó con los pobres gringos a quienes desaparecieron y encerraron para someterlos a inspección en aras de un supuesto proceso de reinserción. Me dio una lástima… con los gringos.

El gobierno colombiano hizo el proceso al revés: primero el apuchungue después el jurungue porque debe estar, como todos, convencidísimo de que los rescatados tienen –mínimo- leishmaniasis pero que la mejor manera de comenzar ese proceso de reintegrarse a la vida es con amor y alegría y euforia y contacto humano. Yo sentí que, no sólo se reinsertaban ellos, nos reinsertábamos todos.

Ese ejemplo palpado en los abrazos y las lágrimas, los besos y declaraciones emocionadas pero serenas ayudó a toda una sociedad a aprender y comprender que el camino es otro, distinto al del odio, el rencor y la venganza.

domingo, 22 de junio de 2008

La bodeguita cultural




El comunicado decía: "el Celarg busca propiciar, a través de la realización de actividades de diversa índole, la participación de los niños, niñas, adolescentes y de la comunidad en general perteneciente a los sectores populares del municipio Chacao, en los procesos culturales, mediante la formación y divulgación de conocimientos que lleven a integrarse socialmente y a utilizar la cultura como un medio para entablar el diálogo, la solidaridad, el respeto, el desarrollo sostenible y la construcción de la nueva sociedad".

Todo eso tan bonito se iba a dar vía Plan Extraordinario Misión Cultura ¡Corazón adentro! en el hall principal de la Casa de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, Celarg, convertido en una bodega móvil Mercal.

Suponemos que el proceso de divulgación de conocimientos se daría así:

–1 kilo de la milenaria cebolla, “Allium cepa”, como mejor la conocen los científicos, originaria de Asia central, probablemente de Persia donde, por cierto, existía el concepto de arte imperial, situación que implicaba que las manifestaciones artísticas debían reflejar las creencias e intereses de las autoridades imperiales. ¡Uh, Ah!

–Dos kilos de zanahoria para la doñita que, no sé si sabrá que la zanahoria es una especie originaria del centro asiático y del mediterráneo. Siglos antes de que naciera Bolívar ya la consumían en Grecia, cuna de la democracia como la del PSUV y en Roma despreciable imperio donde auspiciaron el surgimiento de la iglesia católica e inventaron a los obispos, cardenales, papas y otros bichos raros.

–¿Qué más le damos, bella dama? ¡Papa! Sépalo mi doña, estamos en el año internacional de la papa. ¡Papa y cultura! La historia de la papa comienza hace unos 8.000 años, cerca del lago Titicaca, que está a 3.800 metros sobre el nivel del mar, en la cordillera de los Andes, América del Sur, en la frontera de Bolivia y Perú. La invasión española, en 1532, puso fin a la civilización inca –des-ga-ra-cia-dos- pero no a la papa. Porque a lo largo de toda la historia andina, la papa, en todas sus formas, ha sido profundamente un "alimento del pueblo". ¡La papa no se va!

–¡Tomate! Nombre científico es "Lycopersicon escultelum". ¿Sabía usted que no es originario de México en realidad lo es de los bajos Andes? Fue cultivado por los Aztecas en México. La palabra azteca "tomatl" significaba "fruta hinchada", y los conquistadores españoles –imperialistasasesinos- lo llamaron "tomate".

Es una verdadera lástima que por causas ajenas a la voluntad de alguien haya sido suspendido tan notable acto cultural.

domingo, 8 de junio de 2008

De batracios, anfibios, anuros y otras felonías




De una buena vez y para que no sigan inventando,
el Sistema Nacional de Inteligencia y Contrainteligencia fue creado, contra toda inteligencia, para poner orden en este país que ya se nos está escapando de las manos. Contrario a lo que quiere hacer creer la oposición golpistasasesina, este Sistema permitirá al Régimen,digo, gobierno, saber quién dijo qué a quién cuándo, dónde y a cuentaequé. Es decir, sistematizar
la delación o lo que el vulgo llama: el sapeo. También permitirá que altos y bajos funcionarios, sobre todo éstos últimos, desarrollen sus cualidades adivinatorias
y practiquen sus poderes sobrenaturales para descifrar falaces intenciones escondidas en los pensamientos del soberano. Más nada.

Para desmentir las patrañas del imperio que se comunica por boca de la oposición venezolana presentamos a continuación una lista de los sectores de la sociedad venezolana que puede ser susceptible a la aplicación de esta ley:

• Los astrólogos, brujos, leedores del Tarot, echadores de cartas, interpretadores del tabaco, consultores del I-ching, en fing, todo aquel que ande por ahí prediciendo eventos y adelantando contingencias que no se han producido.

• Todo el que se vaya a confesar, sea vieja, viejo, monja, cura, curo, niña o niño, enfermo Terminal, marido arrepentido o esposa contrita porque, desde el momento en que tiene algo que confesar es porque algo hizo y eso lo hace sospechoso y al gobierno no le queda otra más que investigar en qué anda.

• Quien que vaya a la iglesia porque allí están los confesionarios.

• Los jubilados, porque con esa protestadera a las puertas de las instituciones no hacen sino desestabilizar el ánimo de los responsables de haberles resuelto el problema.

• Los médicos, por atentar contra la confianza de los enfermos diciéndoles que no hay
con qué curarlos.

• Quien se queje en el mercado del alto costo de la comida, en la calle por el pésimo estado de las vías y en el subsuelo (cuando lo haya) porque el tren no llega.

• Los maestros que reclamen frente a los medios de comunicación fascistasasesinos
(o a escondidas) cosas tan absurdas como el pago de sus prestaciones o el aumento
del sueldo.

• Todo aquel que ose comentar las chiflas de la Fosforito porque en ese comentario puede estar implícito un pérfido deseo de cortarle la cabeza.

• Yo misma por lo que acabo de escribir.

Para resumir, todo aquel que incomode será culpado de haber dicho, hecho, pensado o intuido algo, lo que sea, con tal de que sirva para quitarlo del medio.

El Sistema sólo funcionará como fue planificado sólo con la verrugosa participación de los conciudadanos soplones.

viernes, 30 de mayo de 2008

Tengo la camisa negra...




Marcos Chávez, comisario, dijo un día, no hace mucho, que a la gente la asaltan por imprudente, que son víctimas del hampa porque salen y ¡peor aún! lo hacen en sus carros. Visto así… este es un país de atolondrados, señoras locas que van a los bancos para que las asalten; gente que transita de noche por las autopistas buscando que los intercepten los malandros y les roben todo. Somos una nación de desahuciados porque, sólo de perversos pueden ser calificados aquellos padres desnaturalizados que permiten a sus hijos salir a buscar la muerte en el irracional acto de ir a la barbería, trasladarse al liceo o dormir dentro de sus casas sabiendo que allí también pueden encontrar la muerte. ¡Ni hablar de aquellos que van a fiestas!

Otro día el PoPop Rodríguez CH. discutía a los periodistas que no fueron 42 ¡falsarios!, fueron sólo 38 los muertos. Hay que ver la diferencia –sobre todo en sosiego para las familias de los restantes cadáveres- que hacen cuatro muertos de más… o de menos, según se vea. ¡Hay que ver cuánto pesan 4 muertos inventados y cuán leves pueden resultar 38 difuntos de verdad! ¡Hay que ver cuánto cuentan cuatro muertos que no son, sobre todo si se aplica la máxima aquella de que malandro eliminado por malandro no cuenta, es decir: cero mata cero.

Por eso prohibieron que los empleados de la morgue compartan las cifras de decesos por causas violentas porque cuando los periodistas llegan allí y ven la desolación y el dolor de las familias, en lugar de reportar la falta de escrúpulos de esas víctimas que salieron para que los mataran, van y se ponen a contar fallecidos por arma de fuego y a querer reportarlos, como si a los venezolanos nos ayudara en algo esa información. ¡Hay que ser retorcido, la verdad!

Esos cuerpos apilados en la morgue no valen; las lágrimas y suspiros de las madres dolientes no califican ni para pésame; las urnitas blancas no hacen bulto suficiente como para que alguien se estremezca y averigüe qué pasó y por qué pasó. Los difuntos importantes, los que hacen daño, los que desequilibran son esos que se inventan los periodistas, son esos los que hay que enumerar.

De camisa negra volvió don Ramón hace un par de días a acusar, no sólo a los dueños de medios y al imperio fascistasasesino, esta vez el ministro inculpó al hemisferio norte todo de adulterar las cifras y disfrazar nuestra pacífica, serena y confiada realidad diciendo que somos un país violento. ¡Qué saben ellos!

…y debajo tengo el difunto.

martes, 13 de mayo de 2008

Patán endógeno




Pues sí. Eso me enfurece. Eso saca lo peor de mi, me transforma en una señora amargada y, más que protestona, revirona, que a las cosas debemos llamarlas por su nombre.
El otro día en la pana(dería), donde se niegan a adoptar el sistema del numerito para despachar, estábamos como siete personas esperando con toda paciencia hacer cruce de mirada con alguna de las empleadas –quienes, definitivamente, han sido entrenadas para mirar al piso incluso cuando están exprimiendo naranjas- para hacer el pedido cuando llegó un hombre preguntando a grito pelado desde la puerta de qué eran las empanadas ese día. “Este se va a colear” le susurré a mi hija, entre dientes y en estado de pre amargura. “Ma, por favor, no empieces” me dijo con toda la angustia que puede generar conocerme. “¡Jnmj!” me dije a mi misma y para mis más íntimos adentros, y aún así la carajita me oyó, e insistió, tan cándida: “Ma, por favor, te lo suplico”. Pero, ya era tarde, el hombre, en efecto y para su desgracia personal, se plantó a mi lado y ordenó par de empanadas de queso y un marrón grande. Como todo el que se colea no pidió por favor, mucho menos dio los buenos días. Llegó, pasó por encima de todos y ordenó. Y salí yo, y a voz más en cuello que la de él le hice saber que se estaba coleando, que éramos siete antes que él esperando pacientemente ser atendidos, que esperara su turno, en fin… Pero a pesar de verse rodeado por miradas nada amigables de toda la concurrencia, incluida la endógena de la panadería, al tipo le importó un pepino. No logró su cometido pero, le importó un pepino.

Cuando estaba pagando sentí una cosa que me resollaba en el cogote y una voz que me decía: “Soy tu karma, mamita, te persigo”. ¡Y se quiso colear! Entonces, me llegó la iluminación divina (si es que tal cosa existe). Lo entendí: todo el que se colea es bruto congénito; necio irreversible, escaso mental innato, un patán endógeno porque, es que hay que serlo, no sólo para cometer semejante desafuero sino para, una vez consumada la fechoría tener lo que la gente decente llama “el tupé” de replicar, como la de la mujer que pasó junto a más de diez carros que esperaban para entrar a un estacionamiento en Chacao y se topó con mi hermana Marisol, segunda en la fila de un ardiente mediodía, y cuando mi consanguínea abandonó su unidad para hacerle ver el largo de su arbitrariedad, la infractora le espetó: “¡Ay, mija! ¿y te vasssarrechar por eso?”.

Lerda orgánica.

martes, 29 de abril de 2008

Pan, corazón y circo




Nunca es tarde cuando la dicha es buena, dicen que dicen. Y si esa dicha viene respaldada por unos 65 milloncejos de los fuertes pues, más que dicha, pasa de inmediato a ser regocijo, de ahí a jolgorio, de jolgorio a pachanga, de ahí a rumba pareja -whisky, carros, viajes- y , al final, agua.

Diez años después de acometida la revolución bonitaaa y estrenado este gobierno bolivariano antimperialistafascistasesinos, nos presentan ¡por fin! un plan cultural. Extraordinario claro, porque –no sólo aparece diez años después- sino que, para su ejecución requirió de la importación de una rumba de payasos cubanos para entrenar a (lo que ellos llaman) “80 facilitadores que saldrán a las zonas populares y barriadas del país para captar talentos y formar a otros facilitadores” (ABN 16/04/08). El ministro Po Pop para la Cultura, Francisco Sesto, manifestó que más que obtener un certificado, “los talleristas van a construir una revolución que está haciendo historia”. Los graduados –venezolanos- recibieron de los instructores –cubanos- formación en danza, teatro, música, patrimonio, historia local, artes plásticas y literatura, para emprender la tarea de sumergirse en las zonas populares en la búsqueda de creadores en potencia.

La Misión Cultura Corazón Adentro, estrenará este domingo 27 en el Poliedro de Caracas, la primera temporada del Gran Circo Corazón Adentro, un evento circense que se extenderá por todo el país.

Yo entiendo un trío de cosas aquí:

1. Que los facilitadores culturales cubanos a lo que vinieron fue –de nuevo- a oficializar nuestra miseria mientras resuelven la de ellos. Deduzco que su misión esta vez era reunir a esa cantidad de muchachitos realengos que (sobre)viven haciendo malabarismos en el tráfico y con el tráfico de nuestras ciudades, darles valiosas herramientas saltimbánquicas, uno que otro truco de prestidigitación y, como por arte de magia, hacerles creer que están aprendiendo habilidades que los van a ubicar como vencedores en el competitivo siglo XXI ¡Abra cadabra! Ya con la bendición impartida –como siempre- desde un escenario (grandiosa paradoja), pueden los muchachos seguir pidiendo limosna y exponiendo su indigencia porque ahora no son mendigos ¡son talentos!

2. Lo dijo el Ministro: “Además, estos participantes son multiplicadores, seremos cientos, miles, decenas de miles, cientos de miles y millones de personas compenetradas en la Misión Cultura Corazón Adentro”. O sea, con esta cadena de facilitadores captando talentos que a su vez se convertirán en facilitadores caza talentos, seremos millones empeñados en convertir al país entero en una gloriosa payasada endógena.

3. Que los payasos de aquí son tan chimbos que no sirven ni para construir una revolución que ya lleva diez años en construcción.

Truco o cuento ¡Venceremos!

domingo, 20 de abril de 2008

Bendito Licor bendito

Ana Black

Publicado en: Código de barra
http://codigodebarra-revista.blogspot.com/



La barra se inventó para el despecho.
Nadie que esté contento, enamorado, así como flotando en una nube o, en el peor de los mejores casos, en estado anímico vegetativo se va a encerrar a beber por horas en un lugar oscuro y retirado, sentado solo en un taburete incomodísimo, a verle la cara a un señor que lleva décadas cobrando quince y último –¡estará harto, pobrecito!- por servirle tragos a gente que llega agobiada, atormentada y con necesidad de contarle a alguien la razón de sus pesares. Esa necedad la comete sólo un despechado o un borracho consuetudinario amante del deporte por TV. Más nadie. Hasta los irlandeses, precursores del mostrador en los bares (y de los mismos bares) tuvieron la cautela de separar la zona de la diversión de la del despecho. –The hoof! (o sea, ¡la pezuña!)- dijeron y pusieron la barra aquí, y allá, bien lejos, en la pared del frente, la diana, los dardos y la mesita para poner la cerveza. Sufridos allá, emocionalmente apañados aquí.
¿Quién ha visto a alguien lanzando dardos a moco tendido? Nadie. Como tampoco nadie aúpa a su equipo favorito con el corazón partío ¿o sí? Despechado es como mujer embarazada del primer hijo: monotemático. En consecuencia necesita de un público cautivo (que en el caso de las barrigonas, como lo primero que perdemos es el pudor, puede ser cualquiera) y ¿quién es el pobrecito que, por meras razones laborales, está siempre preso tras una barra y para su mayor desgracia con una botella en la mano y una bolsa de papas fritas en la otra? ¡Salve, oh, cantinero! Ya nos ocuparemos de ti en próximas entregas.
Aún así, en todas las barras, sin importar cuántos monitores transmitiendo un juego haya ni cuántas anfitrionas semi vestidas estén promocionando la rifa de una botella de Casillero del diablo, siempre, siempre hay un rincón desocupado, un par de taburetes en los que nadie se sienta y un cenicero que nadie osa ensuciar; es como un reservado -pero abierto- a quien más lo necesite; como un altarcito para el sufrido: la esquina de quien llega a ese lugar umbrío buscando dónde ahogar sus penas y una prudente alma amiga que sepa entender su dolor, o sea: caña y quien lo oiga.
A esos me quiero dedicar, a todos aquellos dolores, tristezas, guayabos, quebrantos, desgarros musculares cardíacos que han inspirado al bolero, la ranchera, el tango, en fin, esa música nacida del despecho y hecha para ser oída abrazados a una barra y aferrados a una botella de… Licor bendito



miércoles, 16 de abril de 2008

Medallas para todos

Ana Black



Los deportistas del mundo están que no caben en sí -ni en fa- (o brincando en una pata) con la emoción que les ha generado la decisión del gobierno revolucionario, antimperialistafascistasasesinos, socialista, afrodescendiente, indígena, endógeno, bolivariano en relación a la conducta que deben seguir –en lo adelante- los deportistas nacidos en esta tierra que dentro de poco no vamos a saber cómo es que se llama, así es que aprovechemos mientras todavía se le sigue diciendo Venezuela.
Según el decreto(ta):
• Toda(do) deportista y deportisto bolivariana(o) y socialista o socialisto debe ser entrenada(do) para la participación, nunca, ¡JAMÁS! para competir, mucho menos para ganar.
• Toda(do) deportisto y deportista bolivariano(a) que, estando en plena competencia, vea que un hermano competidor(a), ¡sea del país que sea! (menos del Imperio, clarostá) intenta ganarle, debe permitírselo sin que le quede nada por dentro… como no sea el mero mero orgullo socialista (o).
• Cada vez que un deportista etc. pierda, perdón, no logre sus objetivos, debe ser aclamado con vítores, aplausos(as), silbidos(as) y –de ser posible la ola- por todos sus compañeros(as) de equipo(pa) como si hubiera ganado (¡guácatela!) la competencia sobradísimo(ma). Un ejemplo de consigna para vociferar en estos casos: “¡Tranquilo, hermano, quelque gana es un gusano!”.
• A cada deportisto y deportista se le entregará una pastillita de Nervocalm quince minutos o media hora antes de la hora de la premiación.
• Una vez encaramado en el podio, al atleta ganador le queda terminantemente prohibido sonreír, hinchar el pecho o conmoverse al escuchar las gloriosas notas de nuestro himno nacional, que todavía no es bolivariano pero pronto lo será, no desesperéis. Al contrario, debe bajar la vista y mantenerse así hasta que termine el acto, cuantimás podrá cruzar alguna mirada cómplice con otros compatriotas que sepan lo que viene.
• Después de la premiación, a cada deportista bolivariano ¡her-ma-no! que haya recibido una medalla, sea de oro, plata o bronce, ¡recordemos que somos socialistas y aquí no hay diferencias! se le indicará el camino a la caja donde deberá depositar las medallas que haya ganando.
• Al terminar las olimpiadas, se invitará a todos los compañeros(as) atletas(tos ¡cof, cof!) del mundo (menos los imperialistas y colombianos) a participar en la repartición de medallas bolivarianas que harán nuestros deportistas en orgullosa demostración del justo lugar que tiene la perversa competitividad en los elevados valores bolivarianos.

sábado, 12 de abril de 2008

¿Yo quiero tener un millón de amigos?

Ana Black



Yo lo sospechaba. Algo me decía que no lo hiciera. La vocecilla, esa a la que nunca le hago caso para después arrepentirme, me lo gritaba un promedio de siete veces al día: “¡NO!. ¡No lo aceptes! ¡Elimínalo! ¡Ignóralo al menos pero, no caigas en esa provocación! ¡¡¡Te vas a arrepentir te lo digo desde ya!!!”. Y aguanté hasta donde pude, más bien hasta que el ocio de semana santa dejó de ser frívolo compañero para convertirse en pérfido consejero. Cedí ante los persistentes requiebros y acepté una –una solita- solicitud de amistad, nada más que una para ver cómo era el asunto que tenía enloquecida tres cuartas partes de la humanidad, al menos de la humanidad que yo conozco. Ha sido el acto de desobediencia cibernética que más caro he pagado; por ese sutil movimiento de dedo, por ese click complaciente e irreflexivo, mi vida cambió… ¿Para bien? ¿Para mal? No lo sé todavía, sólo puedo decir que la transformación es definitiva o hasta que decida hacer el mismo click pero pa´tras, o sea, eliminar esta aplicación de mi computadora para siempre jamás.
Todo un mundo (raro) se abrió ante mi. Pasito a pasito fui entendiendo, clicksito a clicksito descubriendo. Empezaron a aparecer, como por arte de ciber magia, amigas del colegio, vecinas de la infancia, compañeros de la universidad. Y ¡Ay, que dicha! –como diría mi amiga Ana Carlota- encontré a Fulana, descubrí a Mengano. ¡zutano no se había muerto! De pronto, cada treinta y siete segundos llegaba una nueva solicitud de amistad a mi buzón y en desbocada carrera por ver quién era aceptado llegaron ex alumnos, primos lejanos, tíos cercanos, amigos de mi hija, compadres perdidos, ahijadas olvidadas, amores incurables, malos recuerdos, divinas evocaciones, romances suspendidos, personas olvidadas, desconocidos simulados que juran que me conocen y, si no a mí, al menos a tres de mis amigos. “¿Y cómo lo saben?” pregunto asombrada. “¡Porque lo ven en tu lista, Má y te roban los amigos” responde Marisabidilla desde su mundo paralelo, es decir, el ipod.
Pero seguí. Cuando me llegó el primer Best wishes me conmoví y se lo devolví como siete veces a la misma persona porque no entendía cómo funcionaba. Dejé de hacer el mismo envío cuando me distrajeron dos solicitudes de Candy bars, una de Heart y cuatro de Kiss or hug. Quise responder con una picardía a esta última solicitud y a una sola persona pero, cuando me di cuenta, se lo estaba mandando a las treinta y cuatro almas que para el momento conformaban mi lista, en mi desesperación pinché y pinché y pinché para ver si se detenía el envío y –comprobé después- lo único que había logrado había sido que cada persona, incluida mi cándida y tierna sobrinita, recibiera el mensaje unas cinco veces… como por no dejar, pues. No había terminado de lamentar el suceso cuando entraron dos solicitudes para Good karma y una invitación de grupo. Como todavía era semana santa y no había divisado el horizonte de eventos, llena de entusiasmo abría cada solicitud y a todas decía, plena de entusiasmo: ¡muérete que yes! Y me siguieron llegando, siempre en inglés 1 invitación a descubrir qué color soy, 3 para averiguar qué tipo de sexo soy (sí, lo mismo dije yo: ¿?), 2 para el tipo de bebida (idem), 2 solicitudes a Movies, 3 de regalos de Louis Vuitton, 1 solicitud de vampiros, otra a speed racing, 6 de abrazos, 1 de My beautiful friends, 3 de Kiss kiss (así, por partida doble, de una), 1 a Sexual personality y otra solicitud a cumpleaños, como si eso se diera así no más. Llegaron por miles solicitudes de café, chocolates, matas, regalos, flores, a Love y a You are special, a Fengshui, muñecos de peluche, zapatos exóticos, galletas y, por fortuna, sólo una ración de Hashish. Solicitudes a definirme y a responder si fulano es sexy, o mengano se ve bien. Más karmas y besos y abrazos y ángeles y una repentina invitación a algo con vampiros. Recibo respuestas a comentarios que nunca hice y Aileen me regaña porque no le respondí al relato de vida que jura que me escribió y yo juro ¡por este puñao e cruces! jamás encontré. Un señor, a quien no conozco pero que es amigo como de quince de mi lista, me manda un par de rosas rojas y me pide el empate, sí, en inglés. Los varones piden que les enseñemos las lolas pero ellos no hacen ni el más mínimo intento por enseñarnos elqueteconté. Mi buzón se sigue llenando con avisos de solicitudes, con solicitudes de permisos y con permisos concedidos.
Entonces, comprendí el verdadero significado del vocablo “vorágine”. El mismo amable mundo que un par de días atrás se había abierto ante mí, degeneró en una especie de hueco negro que, instalado en la pantalla, empezó a succionarme, bueno, no a mí, a mi mente y mis ideas y mi autonomía mental y caí en lo que los astrónomos llaman un horizonte de eventos*.
Ya para este momento llevaba tres días pegada a la computadora veinte de las escasas veinticuatro que traen mis días, la lista de amigos había crecido a noventa y tres y me estaba poniendo nerviosa no poder atenderlos a todos como se merecen. Quise enviar una musiquita de mi archivo y no pude. Caí en la trampa ególatra de averiguar para quién soy importante y, una de dos, o no lo supe hacer o a nadie le importa un cuerno si existo o no. El test de en qué país debería haber nacido, me dio como resultado que ¡en China! y el otro para ver qué fui en otra vida me dijo que una mosca. ¡Coño, no hay derecho!
Con gran entusiasmo acepté jugar Scramble (un híbrido entre Scrabble y Boogle) pero, cuando vi que en su versión en español rechazaban palabras como sufridas, días y penas pero aceptaban vainas como agreta, verge, vueso y alcea pegué la carrera cibernética y, mi amor, más nunca. Le acepté una matica a una amiga querida que, tan bella, tan delicada tuvo ese gesto y me estoy volviendo loca porque ahora tengo que estar regando un jardín que aumenta cada día pero, a la vez, cada día muere porque parece que la idea es que todos contra todos nos mandemos matas y flores y unos muñequitos gorditos y a mi jardín le salieron como una ratas que creo que se están comiendo las flores porque cada día hay menos a pesar de que Ismael y OlgaK se encargan de abastecerlo a diario y, me angustia, no vayan a pensar que soy una ingrata pero ¡es que nadie me dice qué debo hacer!
¡Nadie me dice nada! Debe ser que en lo más profundo de mi ser soy más bien antigua porque sigo creyendo que son sistemas de comunicación, es decir, que si OlgaK me manda una matica yo le puedo responder como se merece: “¡Ay, amiga! Pero que detalle tan lindo. ¿Cómo se llama esta mata tan bella, que nunca la había visto?” Y ella me respondería: “¡Toche, el nombre lo tiene abajo!”. Eso lo intenté pero fue peor porque, no es que una, como señora decente que es, agradece la flor, o el abrazo, o el condón o el pucho de hashish y ya, es que cada vez que se envía de vuelta el regalo en muestra de agradecimiento, lo que le llega al destinatario es otra solicitud de lo que se está mandando ¿me explico? Afortunadamente, aprendemos rápido: ya sé que a nadie le importa si llegó o no, si me hizo feliz el envío o me dio urticaria, lo que importante es que algo salga y algo llegue constantemente.
Ya tengo ciento sesenta y cinco amigos (nada si consideramos que mi sobrino tiene casi seiscientos), apoyo a tres causas, perdí la cuenta de los grupos a los que pertenezco; he sido abrazada, besada, apuchungada y maraqueada infinitas veces; me han regalado desde chocolates hasta viajes alrededor del mundo; he coqueteado con mis sobrinos y le envié un peluche rosado a un hombre serio; me han invitado a tal cantidad de eventos que si digo que sí a la mitad voy a necesitar una beca; le he curioseado la vida a media humanidad y supongo que esa misma cantidad de gente está escudriñado en la mía en este instante y, para que no quede duda, tengo super wall, fun wall, wall y muro; recibo un mismo vídeo alrededor de cinco veces al día; siento que el frágil equilibrio químico de mi organismo puede colapsar cada vez que leo en la sección de fotografías: “Agregado ase dos horas” o cualquiera de los barbarismos oficiales del sitio o comosellame.
Pero sí, ha sido encantador. Retomar el contacto con tanta gente querida, nunca olvidada pero sí perdida en los recovecos de la vida, ha sido el gran beneficio, la gran bondad. Creo que, ahora que los tengo a todos, es tiempo de hacer el click al revés y decirle a Facebook, sin que me quede nada por dentro: “Tienes una invitación de Anablack a salir de su vida”.

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* Horizonte de eventos: es la distancia desde el centro del Hueco Negro donde la velocidad de escape, necesaria para vencer la fuerza de atracción del hueco negro, es igual a la velocidad de la luz. Quiere decir que cualquier objeto ó partícula más cercano al centro que dicha distancia (también llamada radio de Schwarzschild) debería tener una velocidad mayor a la velocidad de la luz para escapar de la atracción y no caer en su centro. Ya que según la Teoría de la Relatividad la velocidad de la luz es la máxima velocidad del universo, ningún objeto ó partícula dentro del horizonte de eventos podrá escapar de la atracción y por tanto caerá al centro del hueco negro y desaparecerá.

martes, 25 de marzo de 2008

The Bolivarian Empire

Ana Black




La planilla de inscripción del Instituto Universitario de Estudios Superiores de Artes Plásticas Armando Reverón (¡Uf!) trajo como modalidad este semestre unas casillas en las que los alumnos deben aclarar si son: Afrodescendientes (todopegado), indígenas, inmigrantes, discapacitados u otros. ¡Y se armó lo que antes -cuando este país no intentaba con tanto afán parecerse al Imperio- se llamaba ¡la propia sampablera! El pobre encargado de atender las inscripciones estaba a punto de enloquecer cuando empezaron esos muchachos a preguntar: “Si yo soy hija de negro y española ¿soy afrodescendiente o inmigrante?”. “Si yo soy hijo de mulata (semi afrodescendienta) y chino ¿qué soy? ¿semi afroasiáticodescendiente?”. “Si mi mamá es goajira y yo también pero tengo los ojos verdes porque mi abuelo paterno era alemán ¿soy caucásica nativa o indígena chimba?”. “Si mi mamá es blanca y mi papá también pero nacidos en esta tierra desde la época de la infame conquista ¿soy eurodescendiente, venezolana, bolivariana o kimosabi?”. “Si mi mamá es como marroncita pero pecosa y mi papá no se sabe porque tiene la piel canela, las piernas cambetas, el pelo malo, los ojos achinados y todo lo que conlleva la parafernalia étnica ¿qué soy? ¿un tutti frutti racial?”. “Si toda mi familia es pemona menos mi abuelo paterno que era portugués, dónde me anoto ¿en ‘otros’?”. “Si en mi familia todos tenemos la misma sonrisa pero yo soy marrón clara, mi hermana mayor catira, mi hermano bachaco y mi hermanita como china ¿son mis hermanos?”. “Si yo soy afrodescendiente, o sea, hijo de negro y negra, ¿me van a dar unas clases diferentes?”.

Ahora, díganme, por favor a mi, Ana Black: ¿Qué sentido tiene esa encuesta? ¿Cuándo en la vida a los venezolanos se nos ha preguntado de qué color somos? ¿Alguien ha visto algo más segregacionista que eso? ¿De cuándo acá los nacidos en Barlovento, por generaciones de generaciones, pasaron a ser africanos? Qué vienen siendo entonces los andinos ¿colonodescendientes? ¿Primerimperiodescendientes? ¿Cuál es el color oficial del venezolano bolivariano? ¿Quién lo determina? ¡Cómo lo van a establecer! ¿Nos van a repartir una carta cromática? ¿Van a hacer una escala de colores?

¿Yo estoy perdiendo las proporciones o este es un gesto discriminador que nos pretende aplicar la sucursal más fiel del imperio norteamericano? Insistiré en la pregunta porque… es que no entiendo: ¿Hay algo más racista y –por qué no decirlo- ¡balurdo! que preguntarle a la gente de qué color es?

¡Fo!
¡Huele a azufre!

Querido Victor:

Ana Black


Recibí tu carta tan cariñosa pero te digo desde ya que no puedo aceptar tu invitación.

Verás: ya venía haciendo malabarismos laborales para poder pagar los gastos de la casa que se han multiplicado, ya sabes, desde que la Electricidad es del gobierno están cobrando cada vez más por un servicio especial de apagones; CANTV manda unas cuentas desorbitadas que debemos pagar –a juro- mes tras mes tras mes para poder hacer el reclamo. Entre el tiempo que invertimos (pero no facturamos) en conseguir leche, aceite, arroz, café, y el que gastamos en llegar a cualquier parte (que lo quisiéramos facturar pero no hay presupuesto que aguante eso) o en ir a pagar la luz porque la modalidad bolivariana es no mandar recibo sino ir directo al corte. Después están todos los que quieren que escribas para ellos pero gratis, gracias a un distorsionado concepto nacional que determina que creativo no cobra. Lo peor es que (ni siquiera por aquello de las relaciones corporativas) nos brindan una suscripción, entonces cada semana debo comprar esas publicaciones para complacer la necesidad de mi homónimo e insaciable ego de ver su nombre impreso. Has visto ¿no? ¡puro gastar, puro gastar! Tiempo y dinero pero ¡puro gastar!

No te cuento cómo se nos ha puesto la cosa con el aumento de los intereses. ¡J-ay, mmmiiiamor! es como si todo el mundo hubiera decidido que el financiamiento de sus créditos corre por cuenta del otro resto del mundo porque parece que el país entero (menos yo) usa tarjetas de crédito. De repente todo aumentó de precio ¡todo! Así es que para pagar el financiamiento de los créditos exógenos a mis disminuidas cuentas endógenas tuve que aceptar un trabajo extra-extra tan intenso que apenas duermo 4 horas y cuarto de las pinches 24 que trae cada día. Estoy resolviendo tantas cosas a la vez que por momentos temo convertirme en una especie de escribidor de la tía Julia pero en versión gráfica y ponerle a la candidata el slogan del evento deportivo o al manual corporativo las fotos del desfile o mandarle al banco la imagen del piano bar.

Imagínate que la semana pasada me vi tan ajada, maltratada, agotada, desgastada, quebrantada, ¡tan parecida a Venezuela! que decidí no mirarme más al espejo. Lo dejaremos para cuando logre cambiar el aspecto, por ahora… pura pérdida.

El gallo Claudio*

Ana Black


Quienes lo conocemos desde hace mucho tiempo –y a pesar de todo lo queremos- podemos dar fe de que así como es en público, así es en la vida privada: un hombre, además de confiable y gran bromista (valga la incongruencia), con maneras muy particulares de manifestar sus afectos (y esto me lo repito como un mantra, ya verán por qué). Una de ellas es nombrar a sus mascotas como sus amigos, así hemos conocido perros llamados Emilio, Laureano, Zapata, Virulo. Cuando estaba en esa etapa me advirtió que me preparara porque ya le habían ofrecido una pastora alemana. Por fortuna la perra nunca apareció. Después fui notificada de la inminente llegada de una gata a la que ya toda la familia llamaba con gran cariño, Anablack, No sé si es que no se la regalaron o, astuta, logró escapar de tanto malandro canino, la cosa es que más nunca oí hablar de mi homónima felina.

La última adquisición para la casa fue un gallinero –ni muy vertical, ni muy horizontal, más bien cuadrado- para alojar al flamante gallo que, por supuesto, lleva su nombre y el de este artículo, qué curioso. La verdad es que no sé qué vino primero si el gallinero, el gallo o las dos gallinas pero sí doy fe de que cuando estas dos llegaron una de ellas fue bautizada –y este es el detalle que me tranquiliza- en honor a la esposa (a su esposa suya de él, el dueño del gallo, el gallinero y el cuento), o sea Jeanneth; a la otra le pusieron mi nombre y es entonces cuando repito el mantra.

Parece que mi tocaya tiene asombrados a todos allá pues resultó ser prolífica o, para decirlo en lenguaje técnico, gran ponedora. ¡Ha llegado a poner 3 huevos en un día! Debe ser verdad, no creo que alguien se vaya a inventar algo así para halagar. Lo único que tiene al gallo un poco descontento es que no termina de ponerse clueca…

El domingo estábamos disfrutando de un exquisito desayuno en casa de nuestro querido Alejandro Vivas, quien, por cierto, lucía un delantal temático adornado con un hermoso huevo y que usó para engatusarme y ponerme a picar todos los ingredientes del pisillo. Viendo el afán con el que trabajaba, Claudio llamó a su hijita y le preguntó: “¿Qué te parece si sacamos a tu mamá de la casa y nos llevamos a Ana Black?”

La espantada criaturita salió corriendo a contarle a su mamá –mi camarada gallina- las perversas intenciones del padre: “¡Mamá, Papá te quiere sacar de la casa para meter a una gallina!”

*De la serie: País monotemático. Hablemos de otra cosa.

Sin nombre por ahora (Sinopsis)

Ana Black



Antes de iniciar la sinopsis de esta película que el director Oliver Stone rodará en la República Bol… de Venezuela, ofrecemos disculpas por no presentar un título definitivo, el intempestivo ofrecimiento del gobierno de la ya mencionada república a nuestro equipo para filmar esta mega producción, la complejidad del tema y, por qué negarlo, el zaperoco en que ha devenido esta historia, nos hace –casi– imposible escoger un nombre apropiado. A continuación, e inspirada en títulos de grandes películas de la historia (así estamos de mal), una lista de los títulos que más votación han tenido.
Seizure sure. Seizure fue la primera película de Oliver Stone en la que narraba las maluquerías de un trío diabólico integrado por un encapuchado, una dama fatal y un enano. Seizure significa: 1. Ataque de aploplegía o yeyo; 2. Toma del poder; 3. Incautación, confiscación. Mejor, imposible. Esta película también se conoció con el nombre de La dama del mal. Por simple asociación de ideas alguien propuso:

La Casablanca
…Él deberá escoger entre su amada Ilsa y hacer lo correcto, o sea continuar su lucha contra, en este caso, el Imperio fascista.

El pequeño dictador
Pero, qué va, nada que ver con esta historia.

El gabinete del Dr. Comandante Caligari
Es otro título que hemos manejado dada la cantidad de zombies y correveidiles como de ultratumba que aparecen en este film.
Candilejas en la selva. Gran favorito. Sobran las explicaciones.

La gran ilusión (o nada por aquí, nada por allá)
Porque recuerda las relaciones que en aquella peli entablan unos rehenes de la II Guerra Mundial con sus captores y con otros prisioneros de diferente condición y nacionalidad.

El increíble hombre menguante (II)
Como en aquel film donde, al quedar expuesto a una extraña niebla fosforescente, el personaje va menguando y viendo el mundo desde nuevas perspectivas...

La luz eléctrica que agoniza
Puede convertirse en otro batacazo del thriller psicológico, aunque nos cuentan los locales de la zona oriental de esta república que para ellos ya es un clásico.
Rebelde sin causa aparente. Como el protagonista de esta nueva película de Stone es un chico confuso y desorientado, que se ve frecuentemente envuelto en peleas y conflictos hasta que no tarda en sostener su enésimo enfrentamiento, aunque, en esta ocasión, las consecuencias serán mucho más terribles...

Por falta de espacio quedamos debiéndoles la sinopsis.

Un tímido toque a la puerta


Ana Black












“Cada iglesia piensa que tiene la llave”,
dice Chagall,
“cuando yo pienso que la puerta se abre sola”.





Mi hija Victoria tenía apenas 5 días de nacida cuando murió Chagall. Creo que es la única noticia de muerte que me ha hecho sonreír. Mientras mecía a mi bebé y le daba golpecitos en la espalda reverencié al pintor que –al menos a mí- nunca me mostró razones para pensar en la tristeza, y eso es de reconocer. Le agradecí el haber escogido un momento tan propicio para morir y me alegré al pensar que su espíritu pudiera estar escenificando su mejor pintura al poder volar ¡por fin! sobre los tejados de Saint-Paul-de-Vence.

Chagall no fue la primera persona hebrea contemporánea de quien yo tuve noticia. Ya mucho antes Anna Frank había hecho mella en mi ánimo, fue ella quien logró que me cayera una de las más importantes lochas de mi vida, por ella pronuncié ese “¡Tsch! ¡Aaah…! ¡Ya-aaa…!” que, acompañado de un sutil movimiento de cabeza, nos decimos en la más estricta intimidad de nuestros pensamientos al tener una revelación que resulta, además de abrumadora, obvia. Por ella descubrí que los judíos no eran seres meramente bíblicos. Con toda humildad suplico que me entiendan: mientras fui niña mis referencias del mundo hebreo eran… eso, evangélicas, estaban basadas en pasionales reseñas que hacían los curas desde el púlpito y condimentadas por la elemental subjetividad de un catecismo enseñado, tanto por las monjas españolas como por las venerables superproducciones de Hollywood. Así es que, cuando a los catorce años me topé con Anna Frank y vi sus fotos y tuve referencias reales y constaté que me contaba una historia cruel y dura pero real, supe que había sido una adolescente como yo, que había vivido en el mismo siglo en el cual también yo había nacido. Cuando leí el Diario, el gran desvelamiento fue que los judíos eran de verdad. Por ella supe que habían logrado trascender la Biblia y llegar a nuestros tiempos, entonces fue cuando me dije moviendo la cabeza de arriba a abajo: “¡Tsch! ¡Aaah! ¡Ya-aaa…!”.

Esa revelación tan ingenua fue la primera de varias, por fortuna no tan desproporcionadas. Otro fue Larry Harlow. Durante mucho tiempo disfruté de su música y muchas veces escuché que lo anunciaban como “El Judío Maravilloso” antes de que empezara sus grandes solos al piano. Por años pensé que el alias era otra picardía de los salseros, alguna referencia anecdótica de los músicos de la Fania hasta supe que este hombre, una de las más grandes estrellas de la salsa brava, era, en efecto, hijo de hebreos, que no se llama Larry Harlow sino Lawrence Ira Khan y que, como contó en una entrevista: “años después me hice santero a causa de la música y el baile. ¡So-óoo!”. Pues bien, ahora resulta que, además de no ser bíblicos, tampoco son circunspectos y les gusta la salsa. De ñapa, cuando intenté –llena de respeto- referirme al “Hebreo Maravilloso” pude finalmente deslastrar de toda carga despectiva al adjetivo que intentaba sustituir.

A Chagall lo descubrí de a poquitos. Tuvo el buen tino de revelarme algo cada vez que lo encontraba: la tierna y alegre levedad de sus imágenes, los colores, las historias del pueblo hebreo y sus fiestas; viendo su obra logré romper la relación que había construido entre el pueblo hebreo y la tragedia. Chagall me enseñó que aunque han sufrido, también han amado y han sido felices. Y se lo agradecí porque, de inmediato, dejaron de ser lejanos y atormentados para ser cercanos y amables.

Pero, cuando supe que el Cristo más hermoso que había visto en toda mi vida lo había hecho un judío para una catedral cristiana, comprendí por fin que, como él mismo lo dijo, el problema no está en la llave. Que no son los grandes prejuicios los que nos alejan, son los pequeños malentendidos los que nos mantienen distanciados.


anablackll@gmail.com

De primerita

Ana Black
01/12/06


Yo, a pesar de tener un gran sentido del ridículo, soy –gran paradoja- capaz de hacerlo con una naturalidad asombrosa. Soy una cursi involuntaria. Debo tener en mi genoma humano un par de genecitos cursis, que ocasionalmente se alborotan... como hoy, cuando llegué al banco y no había nadie y me quedé en la puerta pensando que no habían abierto, pero alguien se asomó y muy amable me hizo señas para que pasara.

–¿Sí? ¿Yo?- pregunté, todavía incrédula, y ella, vía seña, que sí, que pasara. Empujé la puerta. Di un paso. Di otro y me detuve. ¡No lo po-día cre-e-er! ¡El banco Mercantil para mi solita! Nadie por delante, nadie por detrás. Y entonces mis genecitos cursis me obligaron a decir en alta e inteligible voz: “¿Y nadie me va a tomar una foto?”. Por supuesto, ninguno de los seis cajeros respondió -a viva voz, al menos, porque con la mirada me lo dijeron todo- sólo reaccionaron cuando pregunté si debía tomar un numerito. A un tiempo asintieron todos. Yo, consecuente como soy hasta cuando hago el ridículo, todavía tuve la entereza de pararme -¡yo solita! ¡nadie por delante, nadie por detrás!- en la mitad del banco y esperar, tiquecito en mano a que me llamaran.

Esta semana mi genes estuvieron bastante activos. El sábado pasado se manifestaron cuando estaba encaramada en la azotea del edificio de mi hermana Belén viendo aquello que mi papá llamaba: una gentará; contemplando aquella concentración de la que acababa de salir con toda dificultad por lo compacta e inamovible. Allí estaba yo, rodeada de amigos, cuando sonó el himno nacional y supe, por los síntomas, que lo que venía era el ridículo mayor. Primero se me arrugó el corazoncito, después se me aguaron los ojos y por último arranqué a llorar desconsolada, tanto que la conserje se sintió obligada a abrazarme mientras me decía: “Ya, mamita, ya no llores más. Tranquilízate que todo va a salir bien”.

Benditas palabras las de Guillermina. Yo, mujer poco dada a la oración, contagiada de esa fe tan absoluta, respondí a su abrazo y –todavía llorando- recé con ella: “Amén”.

Querido Niño Jesús

Ana Black


Ya sé que es un poco tarde para mandar cartas pero es que tú no sabes, mijito, en lo que se nos ha convertido la vida a los caraqueños, sólo ahora, cuando todos ¡benditos sean! se fueron a Margarita a perpetuar allá el mismo tráfico que padecen aquí durante todo el año, es cuando he encontrado la tranquilidad para sentarme y escribir. Lo que te voy a pedir parece mucho pero, cuando le metas cerebro verás que son apenas boberías que, con tus poderes o los de tu papá, no tengo duda quedarán resueltos en menos de lo que pestañea un ministro loco.

1. Una carterita Lui Buiton (con B de bolivariana-endógena que te va a salir más barata que la importada). Esa es para mi mamá que se muere por tener una.

2. No te voy a pedir una Hummer, tranquilo, la verdad es que no sabría qué hacer en esta ciudad encaramada en una caja de zapatos con ruedas de cuatro metros y medio de largo; tampoco pediré un Audi pero si logras convertir mi carro en lo que era hace diez años, me doy por servida, y si de ñapa me regalas el seguro contra todo riesgo, o sea, robo, ¡niño! te hago una piñata el año que viene. Eso o una chambita en un ministerio para poder comprarme el BM que en realidad quiero.

3. Una casita como las que le están construyendo a los cubanos con techo anti rayos infra rojos, en especial eso.

4. Un detector de productos en los mercados. Como una especie de máquina que me ayude a saber dónde están vendiendo qué y cuándo; ahora, si tú me puedes dar ese poder y obviamos el aparatito, mejor).

5. Una foto del contralor Clodosbaldo Russian para ver si lo puedo identificar ahora que fue rati-ficado.

6. Un amplificador de entendimiento, o sea, un dispositivo de fácil instalación que le de luces a todos aquellos que no terminan comprender que desde los tiempos de Amalivaca los pobladores de estos predios hemos sido bonchones, generosos, hospitalarios y pa-cí-fi-cos. Si el aparatito puede incluir un diccionario de sinónimos, sobre todo para lo de hospitalarios y pa-cí-fi-cos sería genial. En este rubro, y si no es mucho pedir, ve a ver si le puedes traer un “reconciliador” a los que sienten que están peleados y, clarostá, para los que insisten en ponernos a pelear.

7. Si me puedes conseguir una mega cizalla para cortar cadenas sería espléndido.

8. Lo último, chamo, y esto es para todos: Paz, mucha Paz.

Gracias, besitos y saludos a todos por allá.

Pues...

Ana Black

“Pues, bienvenidos a otra edición de La Noticia Rapidita que pues, se transmite desde esta hora y, pues hasta la una. Entrando en materia pues, en lo referido al tema que ocupa pues la atención de la opinión pública del país como es el de las apariciones pues, les contamos que la ciudad amaneció pues, sorprendida de nuevo ante una invasión de fantasmas esqueléticos que pues, volaban sobre calabazas. En relación a esto pues, el director del CICPC dijo a nuestros reporteros que se trata pues de otra estrategia terrorista de la oposición y que pues...”

Así habla ante cámaras y micrófonos la nueva generación de narradores de noticias de nuestros medios de comunicación. No sé de dónde habrán sacado que esa muletilla es elegante, ingeniosa o creativa; quién sabe, a lo mejor piensan que eso le da un toque coloquial a sus intervenciones y los acerca al público. Puede ser también que yo no esté actualizada y el puesismo forme parte de una nueva estrategia comunicacional aprendida en las universidades (así como el “háblenos un poco de...” o “el tiempo se nos viene encima”). Lo cierto es que, llegado el quincuagésimo octavo “pues” cuando todavía van por la mitad de la primera noticia, al menos a mi, no me queda otro recurso que cambiar de emisora o apagar el televisor para brindarle a mi cerebro la oportunidad de procesar la información una vez desprovista de muletillas y frases hechas. Y siempre termino haciéndome la misma pregunta: ¿No habrá en esa empresa alguien que siente a los muchachitos y los instruya, los oriente, los saque del error y de ñapa nos brinde a los oyentes un poco de paz? ¿No debería existir una figura que los tomara de la mano (o de la lengua) y les dijera, todo amor, todo espíritu didáctico: “mija (o), eso no se dice”? ¿Es que no hay nadie que les diga que el cantadito insoportable de los reporteros de CNN es, además de insoportable, producto de su condición de personas bilingües y que a los criollos les queda en extremo ridículo? ¿Hay alguien allí?

Porque, y ya que estamos en esto, no es sólo el abuso de la conjunción, son las barbaridades que sueltan entre pues y pues. Un día, cuando ya mi asombro comenzó a dar muestras de extremo agotamiento, decidí anotar cada frase que me hiciera estremecer. A continuación...
Aunque no lo crean uno de ellos dijo que “no habían hecho caso omiso”. Otro nos contó que “aperturaron de nuevo el teleférico...”. Un día, una reportera percibía “un fuertísimo olor a...”, y otra se preguntaba que “hasta cuándo se puede estar tolerante”. Otro nos vendía las maravillas de la “Atención personificada” y todos quieren que entendamos que “la llamada cuesta 500 bolívares masiva”. Hace pocos días una chica nos hablaba de “unos infórmenes” (supongo que lleva acento en la o) que alguien había presentado. En una oportunidad sufrimos con un reportero que no encontraba la manera de “accesibilizar a...”, y con otro que, tras horas de espera nos explicaba que “eso me impide no moverme de aquí”. Lo acompañamos en su angustia y en la de quien, en el mismo estado de confusión, no sabía “cómo evitar que estas cosas no se repitan”. Un narrador deportivo hablaba de un corredor de Fórmula 1 que no había “volvido” a aparecer. De lujo estuvo aquella que nos explicaba algo sobre el “modus viviendi” y el otro que se refería al “modus operandin” y ni les cuento del de la “subsidiariedad”. Para qué hablar de quien describía cómo se habían dado los hechos en el “fraguor de la batalla”. Un saludo cordial a todos aquellos que todavía piensan que se puede permisar, accesar, controlabilizar, imputarizar y pensar deque.

Y, parafraseando a un narrador de noticias, pues... me despido hasta mañana donde estaremos de nuevo con...

El poder de la palabra en lo doméstico*

Ana Black

En el ámbito doméstico nada se estudia, todo se hace de manera empírica y a los tortazos. Desde la lactancia materna hasta el acto de cocinar se llevan a cabo según el berrinche que esté formando el nene a la hora de alimentarse o dependiendo de los ingredientes que para el momento existan en la despensa. Es decir, una vez madre, la mujer comprueba que el famoso doctor Spock es un fraude y que el recetario hindú puede ser de lo más exquisito pero, si se nos olvidó comprar curry… ¿Me explico? en el ambiente doméstico no hay librito, ni teoría, ni estudios que valgan, allí sólo impera la ley del instinto, del buen juicio, del más astuto y de quien tenga la última palabra.

En el mundo hogareño el poder no lo tiene la palabra; en una casa decente el verdadero control lo ejerce la entonación que se le da a cada vocablo. Una madre puede decirle con toda dulzura a su hijito de dos años cuando lo pilla haciendo una torre de cojines para alcanzar el pote de las chucherías: “Cielito, si no te has bajado de allí para cuando cuente tres te voy a arrancar las piernas” y –anótenlo– el muchachito no se dará por enterado. Otra cosa es que se le diga con severidad: “Palabra: sonido o conjunto de sonidos que designan una cosa o idea”. Júrenlo, la criatura se va a bajar. No importa lo que se diga lo importante es cómo se dice.

Lo mismo sucede en la cocina. ¡Cuántos sinónimos existen para designar un poquito de cualquier ingrediente! Desde la universal y académica pizca hasta la ñinga, pasando por minga, puñito, poquito y, el ya tradicional pelo. Esa terminología sólo es funcional cuando se está dictando una receta. Cuando de cocinar se trata, otra vez, lo importante viene dado por el tono. No es igual pedir: “por favor échale sal al sancocho” que solicitar en chiquitico: “¡Ay! Porfa, ponle sal al periquito del bebé”. Ante eso, nadie, con dos dedos de frente, le va a echar un puñado de sal al huevito.

Mamá. Un solo vocablo, una sola palabra y cuántos significados tiene, cuántas respuestas genera, cuántos sentimientos despierta según el cantadito que nuestros sagaces hijos le otorguen.

Ninguna madre se queda indiferente si oye a su hijo aullar: ¡¡¡MAMAAA!!! Eso significa peligro extremo. No importa si para las piezas de porcelana de la sala o para el mismísimo cráneo de la criatura. Ante ese grito hay que salir corriendo a averiguar.

Otra cosa es escuchar un dulce Mamá-a, peor aún, má-aaa. En ese caso se responde por puro espíritu docente, porque hay que enseñarle a los hijos que es de buena educación contestar cuando a uno lo llaman. Es sabido que detrás de ese tonito lo que viene es una solicitud descabellada; entiéndase: tomarse un vaso de chicha justo antes del almuerzo o pedir dinero para comprar el juguete más caro del mundo.

No hablemos de Mamá, así, a secas, pero acompañado de un abrazo en extremo afectuoso. Eso, aquí y en Turquía tiene una sola lectura: raspazón en matemática.
Así pues, y con este par de pobres ejemplos, podemos concluir que: las palabras domésticas y sus significados son autónomos, dependen del momento y de la voluntad de quien las pronuncia; toda palabra articulada en el hogar adquiere su propio significado según sea susurrada, gritada, vociferada o simplemente dicha.

El ámbito doméstico, al menos en su versión oral, no es susceptible al análisis lógico. De serlo, cualquier estudio que de él derive debe ser grabado en un buen equipo de sonido para que se entienda.


*Intervención en el ciclo de foros “El poder de la palabra en el mundo”. Escuela de Idiomas Modernos de la UCV. No me acuerdo cuál mes de 2003.