viernes, 5 de noviembre de 2010

La búsqueda


 
Ahora sí, no le quedaba la menor duda, había sido sometida, día tras día durante las últimas tres semanas, al más implacable y minucioso registro.
 
Lo sabía porque cualquier alteración de la disposición de sus pertenecias, por más sutil que fuera, jamás pasaría desapercibida ante su compulsión por el orden.
 
Ese día, el vigésimo tercero, contado a partir de la primera sospecha, lo increpó: “Qué buscas”.
 
Él, ni dejó de mirarla ni le respondió.
 
–Sé que buscas algo porque has dejado la huella de tu incertidumbre en cada gaveta, en cada estante, en todos los rincones. Dime, qué es.
 
Tras un largo y punzante silencio, él finalmente respondió: “Tu agenda oculta”.




(De la serie: Cuentos muy, muy cortos)
 
(Hasta ahora el único de la serie)
Noviembre 2010

lunes, 2 de agosto de 2010

Recetario socialista del siglo XXI




La Revolución, tan bonita, en ese afán inagotable por facilitarnos la vida y hacérnosla más agradable, en ese heroico empeño que ha mantenido durante estos últimos 11 años por elevar el nivel de vida de los venezolanos, ha diseñado un completo recetario para que las(os) amas(os) de casa(o) ofrezcan a sus familias(os) ricos y nutritivos platillos hechos todos con componentes bolivarianos endógenos. Esta es tan solo la primera entrega de lo que promete (o no) ser uno de los más extensos prontuarios de recetas, sanas, completas y dignas de un pueblo brioso y feliz.

A continuación, un listado, apenas un asomo, de la infinidad de recetas que se pueden realizar con la gran variedad de ingredientes ofrecidos por Mercal, PDVAL y el Palacio de Miraflores y que ¡gracias a los logros de la revolución! podemos adquirir a precios ínfimos que luego pagaremos en impuestos o escasez o todos a la vez… da igual. Como decíamos, puede ser que más alantico hagamos entrega de los métodos de preparación de estos deliciosos platillos, por ahora no prometemos nada porque ya llevamos 11 años haciéndolo y ya nos da como cosita seguir en eso.

  • Fotifoti de arenisca

  • Granitado de pollo no conforme

  • Fracasé de piedra filosofal

  • Peñona al horno de leña

  • Sopa de coralitos y rabo de paja

  • Sopa de piedra de río que suena

  • Risotto de canto rodado con hongos de container

  • Pan de laja

  • Pichache de piedra de tranca

  • Soufflé de piedras preciosas con brotes de dengue

  • Coctel de piedra del Cocuy

  • Muela de molino de viento al vapor

  • Jugo de cálculo nefrítico

  • Natilla de cartón piedra

  • Revoltillo de piedra angular

  • Arroz gorgojé con piedras de camino

  • Cruzado de tres piedras

  • Cristales de roca con Mohito de maíz y azúcar

  • Pie de piedra en el zapato

  • Arepas de huitlacoche rellenas de piedras de dominó o cochina

  • Asado de vaca marina (directo de Puerto Cabello) con arena blanca y mar azul

  • Timbalitos de cuero de vaca marina

  • Chaga-chagas de chipo y tripanosomas en niditos de adobe roto

  • Pasta tres quesos (rocafort, rocal y rocotta)

  • Empanada de cazón quitao

  • Empanadas vencidas pero aptas (de queso, carne y pollo)

  • Guiso bolivariano con cara de piedra

  • Dulce de lechosa sin azúcar

 


¡Patria, socialismo y… buen apetito!

@AnaBlackLl


 


martes, 6 de julio de 2010

Ni serca ni legos

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He de confesar que cuando me enteré que viajaríamos en Aserca me dio un mal pálpito, un estremecimiento, uno de esos que llaman “no sé qué”. Y es que cuando apareció esa línea aérea en el mercado volador nacional recuerdo haberme dicho: nada que salga a la luz mal escrito puede funcionar bien, mucho menos si va, provocativamente grande, en el fuselaje de un avión. Palabra santa. Nuestro primer viaje en Aserca (y quieran todas las potencias celestiales que sea el último) fue un enorme error ortográfico, un accidente coreográfico, una pifia humana.
 
Aunque habíamos comprado los pasajes con quince días de anticipación, aún habiendo confirmado y reconfirmado cada vez que se nos ponía la piel de gallina al pensar en esa s mal puesta, a pesar de tener nuestros boletos en la mano, al llegar al aeropuerto, con más de dos horas de anticipación y después de hacer una cola de media hora, nos recibió una chica que con su cara tan lavada, tan ignorante de lo que es hacer las cosas correctamente, tan ortográficamente criolla pues, nos informó que no viajábamos en ese ansiado vuelo de las 7:50 pm si no en uno especial que salía a las mismas 7:50 pm: Ud. Sabe, como hubo sobre venta de pasajes... tienen que registrarse allá, donde dice “Vuelos especiales” y gracias por volar con Aserca. Aserca con s. Supongo que el nombre es un conjunto de siglas que abrevian un nombre particular, pero nadie supo decirnos su significado, asunto que nos dejó mucho más intranquilos y con la sensación de que el error no era sólo ortográfico sino nuestro, porque tampoco hubo dios que nos aclarara el entuerto ni pidiera disculpas. Claro está, en el país donde todos hacemos de todos lo que nos viene en gana, aún cuando se esté pagando (y cómo) un servicio, no hay razón ni obligación de dar explicaciones o para bajar la mirada.
 
Mezclados en un nervioso cóctel tropical esperábamos salir por la misma puerta y a la mismísima hora (8:30 pm) pasajeros con destino a Valencia y los que llevábamos rumbo a Porlamar. Huelga decir que nadie entendía ni sabía nada porque no hubo serca nadie de Aserca. Finalmente a las 8:45 comenzaron a embarcar los de Valencia. Yo, candidota, inocentona y “buenas noches, señorita” adelante, me aserqué a preguntar por la hora de salida del vuelo a Porlamar. Me respondieron en coro los tres empleados: uno dijo “a las 8:30”, otra “a las 9:00” y el tercero “ya le avisaremos” y desaparecieron tan simultáneamente como habían hablado.
 
Un rato después apareció un gordito (nada contra los pasados de peso, es sólo para más señas) y nos dijo, tan rápido como pudo, que el buelo salía a las nuebe porque había que esperar la yegada del avión que benía de Santo Domingo. Una lista de pasajeros hecha a mano, muy autóctona, tan artesanal, tan de turismo interno era lo que blandía el gordis mientras intentaba poner orden en el despelote que se le formó con el ultimo anunsio.
Muy serca de las nuebe la cosa senpesó a poner tenza porque para ese momento ya el vuelo salía: bueno, mi amor, para certe cinsero, entre nuebe y cuarto i nuebe y media. O sea, le dije, como a las diez. Y me regaló la más sincera de sus sonrisas.
 
Con puntualidad asombrosa fue a esa hora que comenzamos a embarcar sin puestos asignados y nada de ancianos, niños y mujeres embarazadas primero. El proceso de llenado se retrasó aún más porque el asiento de la señora que iba delante de nosotros tenía un pozo enorme. En nuestra fila, de tres luces funcionaban dos, un asiento no se podía inclinar y las salidas de aire, todas tres, eran autónomas. Dando tumbos llegamos a la isla para encontrarla inmunda, descuidada y desordenada, como si no hubiera gobierno, como si no fuera el lugar turístico más promovido de esta nación bolivariana.
 
El regreso fue igual pero patrás.
 
Para todos, mis mejores deseos y que Bolívar los acompañe hasta un nuevo amanecer.
El Nacional, diciembre 2000

miércoles, 12 de mayo de 2010

La muerte en numeritos

(Ilustración: Rogelio Chovet)


Tarde de tormento. La niña tiene prueba de matemática. Otra vez nos enfrentamos al cuestionario existencial que nos ocupa, nos sacude, nos martiriza cada víspera de examen. Ella, con la vehemencia de su edad y el desasosiego de quien no entiende más allá del dos más dos es tanto, interpela a la vida: “¿Para qué me va a servir todo esto cuando esté estudiando arte”.
En su angustia, pobrecita, siempre busca la mirada de ese ser que ella supone fue puesto en su camino para proporcionarle paz, serenidad de espíritu o, al menos, cierta calma: su madre, o sea yo. Yo que todavía sumo con los dedos, resto igual pero en voz alta y cuando me toca dividir tengo que poner los ojos en blanco y sintonizar la mente en alfa - omega. Es tan seria mi aversión por las cuentas que el cálculo renal hasta me resulta amigable.
La verdad es que no sé qué espera ella de mí. Quizás que le pase la mano por la cabeza y le diga, con escasa convicción, que sí puede, que falta poco, que...
Pues eso —y gestionar las clases particulares— es lo que he estado haciendo desde que, años atrás, me pidió ayuda para multiplicar unos quebrados. Ese día, aterrada ante la idea de tener que calcular en zig zag —que es como recuerdo que se sacan esas cuentas— con toda honestidad me declaré incompetente y le dije: hijita, busquemos ayuda profesional. Ese mismo día aprendió que las madres no somos perfectas y ese día, también, comenzó a pulirse en el arte de jugarme quiquirigüiqui con los vueltos.
Ahora, cuando escucho al insigne, paciente, heroico cuñado Enrique hablarle de cosas como “menos infinito” tiemblo y hasta llego a justificar cualquier mala calificación. Si ya el concepto de lo que no tiene principio ni fin la martiriza, ponerla a pensar en infinito, pero en versión disminuida, bastará para que se quede divagando en el examen y raspe.
No sé, si como a mí, se le habrá ocurrido que la definición de identidad trigonométrica: una relación que es cierta para todos los valores de la variable considerada, es lo más cercano a la justificación de una infidelidad. Quizás, como yo, piense que hablar de “números complejos” es una de las redundancias más aberrantes que haya producido la mente humana. Me pregunto si tiene que esforzarse en dejar de pensar en el “de Oro” cuando le hablan de “binomios”. Quisiera saber —con cierto recelo, para que negarlo— qué ideas pasan por su mente cuando le piden que pase de la “forma rectangular” a la “Polar”. Me desvelo calculando el daño que habrá generado en su frágil espíritu creativo el tener que buscar barbaridades tales como la “concavidad de una parábola”.
¿Sufrirá mucho mi pequeñita? No me atrevo a preguntarle. ¿Habrá heredado la agudeza de su madre para jurar que la única explicación de una “progresión geométrica” está en la factura del mecánico? ¿Habrá podido dar una explicación más razonada al término “enésimo” que no fuera: “es el número favorito de mi mamá cuando me tiene que repetir las cosas más de una vez”? ¿Creerá, como yo, que lo más cercano a una “raíz imaginaria” es un apio con alitas de pollo, listo para la sopa?.
Yo me pregunto, como ella, ¿para qué? ¿Acaso alguien vendrá a decirnos en la tarde de un viernes quince, cuando finalmente lleguemos a la taquilla del banco “Consideremos la progresión aritmética de razón r dada por: {an}=a1, a2, a3, ..., an, an+2, an+1 …”
... Aunque, para como están las cosas, hasta de repente.
 
 
 
 

 

sábado, 8 de mayo de 2010

En el Día de la Madre


Referéndum consultivo


Yo diría, sin temor a exagerar, que mi familia materna es grande. Las habrá más numerosas, no lo dudo, como la de mi tía Belencita, que confesaba haber tenido 15 hijos vivos y quien, la última vez que le pregunté cuántos nietos contaba, me respondió: “creo que 60”. Pero igual, cuando mis abuelos vivían sumábamos un total de 36 almas. Ellos vivían en un apartamento de tres habitaciones y dos baños y allí, en esos escasos noventa metros cuadrados, nos reuníamos todos a celebrar cualquier cosa, hasta el Día de la Madre.

Cada grupúsculo familiar llegaba precedido por una mujer llena de guirindajos realizados en plastilina, papel maché o bizcocho de arcilla. En su cartera llevaba tantas tarjetas como hijos tuviere, cada una llena, entre arabescos y flores, de promesas de amor eterno y futura buena conducta. La escoltaba un racimo de bullangueros muchachitos que se peleaban por ser los primeros en abrazar a la abuelita y entregarle los regalos. Hecho el loco, el papá cerraba la comparsa.

Supongo que debe ser lindo recibir ofrendas de tanta gente que lo quiere a uno. Cuando mi abuela murió sacamos de los armarios decenas de bolígrafos, unos ocho teléfonos, cientos de portarretratos, docenas de dormilonas, cualquier cantidad de libretitas de teléfono, varios juegos de tacitas para el café, todo en sus cajitas y sin estrenar.

De las 36 personas que asistíamos a rendirle homenaje a la... Reina Madre, 20 éramos menores de edad y como tales, nuestra actividad favorita, especialmente cuando estábamos hacinados, era pelear. Peleábamos por agarrarle la mano a la abuela; por usar el vaso de flores rosadas; por estar junto, a los pies, detrás o, simplemente cerca de la abuelita; por un espacio debajo de la cama de la abuelita a la hora de jugar al escondite; por un codazo dado con saña en pleno juego de la ere y, al momento de comer, peleábamos hasta por un espacio en el bidet que nos permitiera ingerir ese tardío almuerzo con cierta dignidad. Éramos niños, ya lo dije. A esa edad conceptos como dignidad, amor o discreción son bastante primitivos.

Mientras, al grito de “¡niii-ñooo, cuidado con... (el florero, tu prima, el balcón, la abuelita, en fin)!” las madres intentaban mantener coherentes sus espasmódicas conversaciones. Entre tanto, ellos, los padres, seguían haciéndose los locos.

Nunca comprendí por qué siempre comíamos chupe. Por un tiempo, siendo ya adulta, pensé que era por motivos prácticos pero, cuando empecé a lidiar yo misma con muchachos que insisten en correr aún cuando lleven en sus manos un plato lleno de sopa, me asaltaron las dudas otra vez. Si a ver vamos, más seguros son los sánduches.

También ahora, después de vieja, pienso mucho en mi pobre abuelita; en las condiciones físicas y mentales, pésimas, seguramente, en las que estaría cuando teníamos a bien despedirnos. El mismo pensamiento se lo dedico a mi mamá y sus hermanas. Esos almuerzos los preparaban ellas, los llevaban, calentaban, servían, obligaban a comer, recogían y fregaban ellas porque ellos, no debemos olvidar, seguían haciéndose los locos.

En estos días la situación no ha cambiado mucho. Quizás haya algunas familias más cortas y otras más prácticas que prefieran encargar la comida o llevar a la homenajeada a hacer una hora de cola en un restaurant. Tal vez ahora haya hombres que, por aquello de la evolución de las especies, hayan comenzado a perder la capacidad de hacerse los locos y a desarrollar la facultad de organizar un buen almuerzo familiar sin asistencia femenina. Es probable que los regalos sean un poco más razonados y que los niños corran menos porque están pegados a la tele. Lo que sí es cierto es que todavía tenemos que –además de seguir participando del trillado chiste de “(cualquier cosa) para mamá” y sonreír (más por compasión que por adhesión)– ese día, salga sapo, salga rana, tenemos que seguir ejerciendo y, como dije alguna vez, hasta donde sé, cuando llega la fecha de homenajearlas, a las secretarias les dan el día libre.

La pregunta referendaria es:
Mujer. Madre. Mamá. Di, con el corazón en la mano y sinnn que te quede nada por dentro, qué prefieres:

A: La tradicional celebración de ese al que han dado por llamar “tu día”.

B: Que no te regalen nada pero a cambio te den el día libre; que salgan todos y te dejen en casa, solita, dueña y señora de tus pantuflas, de tu libro, de tu control de la tele, de tu tiempo, de tus pensamientos y de tus chucherías.


Favor enviar respuestas a la siguiente dirección:

anablack22@gmail.com

@AnaBlackLl

Paso y gano

        
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Salir de casa con un collar de bolas de plastilina, un gancho para el pelo hecho de palitos de helado, una pulsera de pitillos o un monedero de cachitos pulidos no es ni remotamente lo que una mujer considera el colmo del glamour . Como tampoco la máxima felicidad dominguera sea desayunar, a las siete y media de la mañana, chicharrón de huevo en caldo de aceite, carbón de pan y café frío con nata, todo bañado con el agua que se derramó del vaso en el camino del fogón a la cama. Mucho menos llegar a la cocina y encontrar un campo de batalla culinario donde, sin que se entienda por qué, si el platillo servido no llevaba harina, la haya regada por todas partes; o que el frasco de aceite recién comprado esté vacío y su contenido regado por el piso, las hornillas y las manillas de los gabinetes, o que como en concienzudo inventario, hayan sido sacados (y usados) todos los utensilios de cocinar, desde la aguja de coser el pavo hasta la olla de las hallacas.
Después de la sacrificada ingesta del desayuno sigue en el programa la entrega de regalos y tarjetas contentivas de solemnes juramentos de buena conducta y amor incondicional, que duran lo que tarda la mamá en abrigar sospechas, siempre en medio de empujones, de ``la mía primero!'', ``ese pitillo es de mi regalo'', o ``mamá, castígalo que rompió mi lazo!''. Si existe un padre viviendo bajo el mismo techo, se recibirá como regalo una de éstas tres inmancables alternativas, a saber: a) un par de zapatos feos y de otra talla; b) una dormilona Barbizon como para la abuelita y c) entregado con la picardía de quien regala un adminículo pornográfico, una moderna plancha a vapor!
Una vez recogido el maremágnum de papeles, lazos, pitillos realengos y pegotes de plastilina; luego de hechas todas las camas y limpiada la cocina, se engalana la mujer con las prendas al comienzo descritas y sale escoltada por sus retozones y ufanos hijos a continuar la celebración en casa de abuelita, quien ha estado cocinando desde la víspera todo un banquete para saciar el hambre de sus descendientes, que tan bellos ! vienen a agasajarla en su día. Otra alternativa es ir a un restaurante a hacer interminables colas y almorzar volando para desocupar la mesa.
El día de la madre fue invento de un degenerado que odiaba a la suya y que en una noche de creativo desvelo, dio con la manera de amargarle, en un solo día, todo el año. Lo calculó todo fríamente, desde los regalos inútiles hasta la justificación necia de hacerle un merecido homenaje a Mamá.
A los bomberos no les celebran su día prendiéndole candela a una fábrica de cauchos, ni a las secretarias poniéndolas a organizar los archivos de atrás para adelante. ¨Por qué a las madres nos obligan ese día a ejercer con más frenesí que el resto del año? Merecido homenaje sería que nos dieran el fin de semana libre. Que los reales gastados en zapatos, cuotas iniciales de lavadoras y almuerzos en la calle, fueran invertidos en distraer a la familia y damos el enorme placer de disfrutarlos a distancia.
 
@AnaBlackLl

miércoles, 28 de abril de 2010

Pues...



“Pues... bienvenidos a otra edición de La Noticia Rapidita que pues... se transmite desde esta hora y, pues... hasta la una. Entrando en materia pues... en lo referido al tema que ocupa pues la atención de la opinión pública del país como es el de las apariciones pues... les contamos que la ciudad amaneció pues... sorprendida de nuevo ante una invasión de fantasmas esqueléticos que pues... volaban sobre calabazas. En relación a esto pues... el director del CICPC dijo a nuestros reporteros que se trata pues... de otra estrategia terrorista de la oposición y que pues...”

Así habla ante cámaras y micrófonos la nueva generación de narradores de noticias de nuestros medios de comunicación. No sé de dónde habrán sacado que esa muletilla es elegante, ingeniosa o creativa; quién sabe, a lo mejor piensan que eso le da un toque coloquial a sus intervenciones y los acerca al público. Puede ser también que yo no esté actualizada y el puesismo forme parte de una nueva estrategia comunicacional aprendida en las universidades (así como el “háblenos un poco de...” o “el tiempo se nos viene encima”). Lo cierto es que, llegado el quincuagésimo octavo “pues” cuando todavía van por la mitad de la primera noticia, al menos a mi, no me queda otro recurso que cambiar de emisora o apagar el televisor para brindarle a mi cerebro la oportunidad de procesar la información una vez desprovista de muletillas y frases hechas. Y siempre termino haciéndome la misma pregunta: ¿No habrá en esa empresa alguien que siente a los muchachitos y los instruya, los oriente, los saque del error y de ñapa nos brinde a los oyentes un poco de paz? ¿No debería existir una figura que los tomara de la mano (o de la lengua) y les dijera, todo amor, todo espíritu didáctico: “mija (o), eso no se dice”? ¿Es que no hay nadie que les diga que el cantadito insoportable de los reporteros de CNN es, además de insoportable, producto de su condición de personas bilingües y que a los criollos les queda en extremo ridículo? ¿Hay alguien allí? Porque, y ya que estamos en esto, no es sólo el abuso de la conjunción, son las barbaridades que sueltan entre pues y pues. Un día, cuando ya mi asombro comenzó a dar muestras de extremo agotamiento, decidí anotar cada frase que me hiciera estremecer. A continuación...
Aunque no lo crean uno de ellos dijo que “no habían hecho caso omiso”. Otro nos contó que “aperturaron de nuevo el teleférico...”. Un día, una reportera percibía “un fuertísimo olor a...”, y otra se preguntaba que “hasta cuándo se puede estar tolerante”. Otro nos vendía las maravillas de la “Atención personificada” y todos quieren que entendamos que “la llamada cuesta 500 bolívares masiva”. Hace pocos días una chica nos hablaba de “unos infórmenes” (supongo que lleva acento en la o) que alguien había presentado. En una oportunidad sufrimos con un reportero que no encontraba la manera de “accesibilizar a...”, y con otro que, tras horas de espera nos explicaba que “eso me impide no moverme de aquí”. Lo acompañamos en su angustia y en la de quien, en el mismo estado de confusión, no sabía “cómo evitar que estas cosas no se repitan”. Un narrador deportivo hablaba de un corredor de Fórmula 1 que no había “volvido” a aparecer. De lujo estuvo aquella que nos explicaba algo sobre el “modus viviendi” y el otro que se refería al “modus operandin” y ni les cuento del de la “subsidiariedad”. Para qué hablar de quien describía cómo se habían dado los hechos en el “fraguor de la batalla”. Un saludo cordial a todos aquellos que todavía piensan que se puede permisar, accesar, controlabilizar, imputarizar y pensar deque.

Y, parafraseando a un narrador de noticias, pues... me despido hasta mañana donde... pues... estaremos de nuevo con...
 
@AnaBlackLl

viernes, 5 de febrero de 2010

Hijitodepapáymamá


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¿Y qué será eso tan malo que tiene ser hijito o hijita de papá y mamá? ¿Acaso ese no es el ideal de toda sociedad: que cada niño nazca, crezca, se desarrolle, viva y eche vaina teniendo a su papá y a su mamá al lado, atendiéndola, amándolo, vigilándola, apoyándolo, cuidándola, educándolo?
 
¿Qué querrán decir con eso de “ser hijos de papá y mamá” pronunciado así, con un dejo como de “fúchila que desgracia”? ¿Será una manera de (des)calificar a esas familias estables, amorosas, sanas, trabajadoras? ¿Acaso los muchachos (chas) –ricos, medio ricas, medio pobres y pobres en general- que tienen la fortuna de tener un papá y una mamá juntos, o un papá o una mamá cada uno por su lado, prósperos, estables, responsables y que los cuidan porque los quieren mucho, tienen que bajar la cabeza avergonzados, como si en realidad fuesen hijos de proscriptos por la sociedad? ¿O es que esta revolución boniii-taaa proscribe el amor, la prosperidad, la estabilidad y la responsabilidad? ¿O es que sólo se es hijitodepapáymamá cuando los ingresos familiares exceden una cierta cifra? ¿Mi hija no es hijitadepapáymamá porque anda en Metro y autobús y se paga sus chucherías? Si es así ¡de quién es hija! ¿Quién la crió?
 
¿Tendremos que esperar un artículo de la nueva, nueva Constitución que diga: “Ningún niño o niña tiene derecho –bajo ningún concepto imperialista- a padre, madre ni nadie responsable que ejerza esa reaccionaria función de velar por su bienestar”? ¿Se considerará anti revolucionario tener un hogar feliz y próspero? Y me perdonan que insista en lo de la prosperidad pero, es que me da la impresión de que todo lo que huela a mejoría social a este régimen le da como cosita.
 
¿Será que para la revolución boni-taaa unos padres que le ofrecen a sus hijos educación, alimentación, techo (con sus cuatro paredes y su baño), amor, protección, entretenimiento y alguito pa las golosinas son unos golpistasasesinos desestabilizadores del sistema bolivariano cuyo principal propósito es el de llevar a toda la población a disfrutar de la pobreza, la indigencia afectiva e intelectual (o al revés) y que nadie pueda aspirar a una solución habitacional mejorcita, cambiar el bus por un carrito europeo (o chino, total...) o -peor aún- ir ¡nunca jamás en la vida! a Dysney porque ser rico es malo y –en consecuencia- ser pobre es la no sé qué cosa de Triana?
 
¿Será?
 
 
@AnaBlackLl