jueves, 20 de enero de 2011

Murió ex dictador


Así titulaba la noticia -ayer jueves- un periódico nacional: “Murió ex dictador”.

Como si los dictadores dejaran alguna vez de serlo. Como si tuvieran un momento en su vida en que así, de la noche a la mañana ¡Zuácata! hubieran decidido ser dictadores.
 
No, no, no. Un dictador nace. Me refiero al de verdad, al autócrata por vocación,
al que desde que nace empieza a jorobarle la vida a todo aquel que le rodea, empezando por la mamá (se ha dado el caso en el que la progenitora tuvo que compartir la crianza del pequeño con la abuela como mecanismo de auto defensa unida). Así como quien termina siendo papa (también conocido como Sumo Pontífice) es porque pasó la infancia celebrando misa con los peluches, y como la que va a ser miss asume la vida como una pasarela, así mismo aquel que termina siendo dictador se inicia en la infancia atropellndo amiguitos, delatando compañeros, metiendo casquillo, desarrollando el chisme, en fin, practicando para cuando sea grande y poderoso. Sólo se puede llegar a actuar así cuando la cadena del ADN presenta uno o varios eslabones ataviados con cachucha, botas y traje camuflado. Nadie que haya nacido civil, bueno, equilibrado, justo, razonable, conciliador, en fin, demócrata, puede, de la noche a la mañana, convertirse en dictador. Y al revés, nadie que haya sido embustero, pendenciero y abusador desde bebé terminará –jamás- practicando las bondades de la democracia.

Alguien aficionado a los golpes de estado sangrientos, violentos, aterradores, tiene que haber nacido con una propensión especial a la agresión y la ira, a la prepotencia y el autoritarismo, es decir, a resolver sus asuntos personales por la nada inteligente vía del: “se hará así porque me da la gana”.

Quien maneja como lenguaje coloquial el de la guerra, el ataque y el enfrentamiento; quien usa el miedo como herramienta principal para consolidarse en su posición porque él mismo está lleno de un angustioso terror a que descubran que en realidad por dentro no lleva más que frases robadas, posiciones inconsistentes y mentiras inventadas; ese que pasa la vida tratando de asustar primero, para que no lo pillen en su vacuidad, es porque lo ha hecho siempre y siempre lo hará, hasta la chochez más vergonzosa.

Cualquier persona que practique la división del pueblo para mantenerse en el mando, que abomine a quien se le oponga, que desmerezca a quien lo contradiga es, en esencia, un dictador, como lo es quien haya sido reelecto cinco veces en comicios amañados. Amañados antes, en o después, no importa, lo esencial está en el espíritu tramposo y chantajista.

Todo aquel gobernante que le imponga a un país –como un triste show- las imágenes de él bailando, él comiendo, él discurseando, él babeando su idolatría, es un practicante activo del personalismo más balurdo, otra de las características del dictador, y esa maña, como la de pensar que todo en el país le pertenece: rentas, edificios, objetos, personas, instituciones, ideas, pensamientos, voluntades, esa maña no se quita porque es congénita.

De manera que, al referirse a la muerte de Stroessner, lo más correcto es decir: “Murió dictador”.


Publicado en agosto de 2006


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