viernes, 7 de enero de 2011

Rayma regala perritos (o seis historias de Año nuevo)



Es una buena mujer, no hay duda, alguien abandonó una caja con seis cachorros
en la puerta de su casa y ella los recogió; ahora anda buscándoles hogar. Ardua tarea siendo que, en apariencia, son lo que al vulgo ahora le ha dado por llamar, con toda corrección: mestizos. Antes, cuando poco importaba si la cédula se caía o no, a un perro sin raza definida se le llamaba cacri (cruzado de callejero con criollo) o, simplemente, callejero.
 
En mi casa vive uno. Aunque durante meses dije, vocalicé, murmuré, siempre con el más fruncido de mis ceños que: “¡No quiero perro ni en mi casa ni en mi vida!” la hija cumplió un día su amenaza y, mientras corría llaves en mano, me participó que salía a buscar su perro. Quien tenga hijos entenderá y quien tenga sólo uno entenderá mejor. Una hora después llegó el primer informe desde el carro: “Má, es bello, está un poco flaquito pero… es bello”. Eran las seis de la tarde en Caracas y venían a Chacao desde Coche (el otro lado de la ciudad), así es que el congestionamiento del tráfico le rindió para agótale inventario: “Má, es bello… está como todo pelado pero… es bello”. “Se ve tristón pero… es bello” “Tiene el pescuecito lacerado pero…” Cuando llegaron a casa y me asomé al guacal donde venía sólo pensé en dos cosas: guantes quirúrgicos y pegar la carrera.
Así era.
 
–Esta vaina se va a morir- dije para el más interno de mis fueros; a ella, queriendo ser dulce y buena por tanto amor en su mirada, sólo atiné decirle: “¿Y esto?”.
 
Al día siguiente yo había decretado que, además de agonizante, el perro estaba sordo. No bebía ni del gotero, tampoco reaccionaba al show mediático que monté a ver si al menos levantaba una ceja. Tras cinco días en el veterinario donde lo curaron hasta de http://es.wikipedia.org/wiki/Parvovirosis, el perro volvió y ahora con nombre. Se llama Kahlo porque su dueña, artista al fin, quiso conjurar con ese nombre todas las adversidades que parecían insalvables para tan pequeño cuerpito. En menos de una semana, no sólo se curó, también tomó posesión de nuestras voluntades y algunos rincones de nuestro hogar.
 
Kahlo es criollazo, es y se siente divino; pasea con orgullo sus patas de galgo, su cuerpo de labrador y sus orejas de gremlin. Saluda por igual a humanos y perros, sea cual sea la raza; salta y festeja la presencia de cualquier bicho viviente; recibe a las visitas como si fueran para él. En su genoma canino lleva la inteligencia pícara y el instinto de supervivencia de quién sabe cuántas generaciones de ancestros callejeros, batalladores. No hay quien lo ignore porque él le hace saber al mundo de su presencia y la dicha de haber superado tanta desventura.
 
La historia de Año nuevo la van a escribir al menos seis personas a quienes quisiera convencer de que, no importa cuán esperrujío se pinte el panorama, siempre, siempre valdrá la pena y será posible rescatarlo de las garras de la fatalidad.
 
Al fin y al cabo, cacris somos todos.
 
 
@AnaBlackLl

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