martes, 25 de marzo de 2008

Contra pava, pava

Ana Black


En la redacción de El Mundo descubrimos por qué es que el país no sale de abajo. Tras un concienzudo análisis que nos tomó horas de investigación, discusión y reflexión el equipo concluyó que ningún país que reciba el año como lo hacemos los venezolanos podrá, jamás alcanzar la prosperidad, la serenidad, la armonía ni nada de nada, mucho menos salir de esta pava macha que venimos arrastrando desde hace décadas.

Tomemos como ejemplo una familia venezolana que se bandee en el promedio nacional, o sea, que esté compuesta por padre, madre, tres hijos, cuatro abuelos, quince tíos, cuarenta y dos sobrinos, un compadre maleteado, una amiga despechada a quien, ya lo habrán concluido, la madre pretende empatar con el compadre, y los vecinos del frente que están solitos este año.
La cosa empieza, horas antes, con las pantaletas amarillas. Si hay más de dos mujeres en la casa, lo más probable es que haya tángana debido a la propiedad de las prendas porque todas se querrán poner la más bonita. El año pasado supe que ahora los hombres también se ponen sus calzoncillitos áureos, liberación pareja, pues. Una vez todo bien dispuesto sobre la mesa, todos emperifollados y perfumados, los anfitriones se sientan a esperar a los comensales. Éstos van llegando de a poquitos cargando equipaje, el cual debe quedar bien organizado a la entrada para que quepa el maletero. Cuando ya están todos reunidos los adultos bebiendo, los adolescentes protestando y los niños corriendo aunque no haya por donde, sale el primer preocupado que pregunta la hora.

–Falta media hora- dice el abuelo, mirando al techo.

A petición de una de las abuelas, se hace una pausa para escuchar Las uvas del tiempo. Fin de la pausa con suspiros de todo tipo. Aunque hay música sonando a todo dar desde un equipo de sonido, la radio está puesta igual, a todo gañote. Hay una prima sentada en un rincón que cada cinco minutos, es decir, cada vez que en la radio suena faltan cinco pa las doce, llora.

De repente grita una tía: “¡Ya van a ser las doce!” y empieza el desmadre. Como practicando la coreografía del caos universal, todos (menos los abuelos) empiezan a dar carreras por la casa. Todos quieren tener sus maletas en la mano, muchos no encuentran las carteras para sacar los dólares que: “¡Te juro que los metí esta mañana, mi amor!”. La mesa, servida con tal primor por la anfitriona, en segundos se vuelve un desastre por el ataque irrefrenado de niños, adolescentes y adultos por igual, cada uno queriendo agarrar su docena de todo lo que haya que ingerir mientras suenan las doce fulanas campanadas. Empiezan a aparecer los disfraces. Una tía sale luciendo una bufanda porque este año quiere ir a esquiar; el esposo viene con unos chores floreados porque él, al contrario, piensa darse una vueltica por Hawai. Una sobrina aparece con una estrambótica pamela porque pase lo que pase, ella tiene que estar en Ascot el año que viene a ver si se levanta a uno de los hijos de Lady Di.

Maletazos van, maletazos vienen al ritmo de diez..., nueve..., ocho... “¡Yo no tengo uvas!” cinco..., “¿Dónde está mi elefante de la buena suerte?” tres..., dos... “¡La abuela se atoró con una lenteja!” Uno...

–¡Felijaaañooo! ¡Felijaaañooo! ¡Felijaaañooo!

Abrazos, besos, amapuches, buenos deseos, agradecimientos, mocos y lágrimas a granel y, a medida que cada uno va saliendo de estos menesteres, procede a comerse las cerezas, a atragantarse la champaña, a salir a la calle gritando y aleteando los billetes, a echar agua por la ventana, a quemar papelitos plenos de malos recuerdos, a decirle a todos y cada uno cuánto los quiere, cómo le perdonó sus faltas, a hacer promesas de buena conducta; más lágrimas y muchos estremecimientos y, mientras tanto y para amenizar, los varones dejan la escena para quemar la mitad del presupuesto del año que viene en cuanta cosa haga ruido.

¿Qué puede esperarse de un país que festeja la llegada del año nuevo con tal desproporción? ¿Cómo pretendemos encontrar un camino si cada doce meses nos metemos una rumba de cosas pavosas en apenas quince minutos? ¿ Acaso es posible conjurar la pava con tanta pava?

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