martes, 25 de marzo de 2008

Querido Victor:

Ana Black


Recibí tu carta tan cariñosa pero te digo desde ya que no puedo aceptar tu invitación.

Verás: ya venía haciendo malabarismos laborales para poder pagar los gastos de la casa que se han multiplicado, ya sabes, desde que la Electricidad es del gobierno están cobrando cada vez más por un servicio especial de apagones; CANTV manda unas cuentas desorbitadas que debemos pagar –a juro- mes tras mes tras mes para poder hacer el reclamo. Entre el tiempo que invertimos (pero no facturamos) en conseguir leche, aceite, arroz, café, y el que gastamos en llegar a cualquier parte (que lo quisiéramos facturar pero no hay presupuesto que aguante eso) o en ir a pagar la luz porque la modalidad bolivariana es no mandar recibo sino ir directo al corte. Después están todos los que quieren que escribas para ellos pero gratis, gracias a un distorsionado concepto nacional que determina que creativo no cobra. Lo peor es que (ni siquiera por aquello de las relaciones corporativas) nos brindan una suscripción, entonces cada semana debo comprar esas publicaciones para complacer la necesidad de mi homónimo e insaciable ego de ver su nombre impreso. Has visto ¿no? ¡puro gastar, puro gastar! Tiempo y dinero pero ¡puro gastar!

No te cuento cómo se nos ha puesto la cosa con el aumento de los intereses. ¡J-ay, mmmiiiamor! es como si todo el mundo hubiera decidido que el financiamiento de sus créditos corre por cuenta del otro resto del mundo porque parece que el país entero (menos yo) usa tarjetas de crédito. De repente todo aumentó de precio ¡todo! Así es que para pagar el financiamiento de los créditos exógenos a mis disminuidas cuentas endógenas tuve que aceptar un trabajo extra-extra tan intenso que apenas duermo 4 horas y cuarto de las pinches 24 que trae cada día. Estoy resolviendo tantas cosas a la vez que por momentos temo convertirme en una especie de escribidor de la tía Julia pero en versión gráfica y ponerle a la candidata el slogan del evento deportivo o al manual corporativo las fotos del desfile o mandarle al banco la imagen del piano bar.

Imagínate que la semana pasada me vi tan ajada, maltratada, agotada, desgastada, quebrantada, ¡tan parecida a Venezuela! que decidí no mirarme más al espejo. Lo dejaremos para cuando logre cambiar el aspecto, por ahora… pura pérdida.

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