martes, 25 de marzo de 2008

De primerita

Ana Black
01/12/06


Yo, a pesar de tener un gran sentido del ridículo, soy –gran paradoja- capaz de hacerlo con una naturalidad asombrosa. Soy una cursi involuntaria. Debo tener en mi genoma humano un par de genecitos cursis, que ocasionalmente se alborotan... como hoy, cuando llegué al banco y no había nadie y me quedé en la puerta pensando que no habían abierto, pero alguien se asomó y muy amable me hizo señas para que pasara.

–¿Sí? ¿Yo?- pregunté, todavía incrédula, y ella, vía seña, que sí, que pasara. Empujé la puerta. Di un paso. Di otro y me detuve. ¡No lo po-día cre-e-er! ¡El banco Mercantil para mi solita! Nadie por delante, nadie por detrás. Y entonces mis genecitos cursis me obligaron a decir en alta e inteligible voz: “¿Y nadie me va a tomar una foto?”. Por supuesto, ninguno de los seis cajeros respondió -a viva voz, al menos, porque con la mirada me lo dijeron todo- sólo reaccionaron cuando pregunté si debía tomar un numerito. A un tiempo asintieron todos. Yo, consecuente como soy hasta cuando hago el ridículo, todavía tuve la entereza de pararme -¡yo solita! ¡nadie por delante, nadie por detrás!- en la mitad del banco y esperar, tiquecito en mano a que me llamaran.

Esta semana mi genes estuvieron bastante activos. El sábado pasado se manifestaron cuando estaba encaramada en la azotea del edificio de mi hermana Belén viendo aquello que mi papá llamaba: una gentará; contemplando aquella concentración de la que acababa de salir con toda dificultad por lo compacta e inamovible. Allí estaba yo, rodeada de amigos, cuando sonó el himno nacional y supe, por los síntomas, que lo que venía era el ridículo mayor. Primero se me arrugó el corazoncito, después se me aguaron los ojos y por último arranqué a llorar desconsolada, tanto que la conserje se sintió obligada a abrazarme mientras me decía: “Ya, mamita, ya no llores más. Tranquilízate que todo va a salir bien”.

Benditas palabras las de Guillermina. Yo, mujer poco dada a la oración, contagiada de esa fe tan absoluta, respondí a su abrazo y –todavía llorando- recé con ella: “Amén”.

No hay comentarios: